Las radios comunitarias

Escribe Antonio J. González.

Funcionando en cualquier rincón de la ciudad, en los barrios o en la zona céntrica. Muchas sobreviven a los cimbronazos de la legislación, los coletazos de la economía y los propios recursos de los propietarios. La mayoría utilizan la onda de FM, aunque también unas pocas se animaron en la AM. Pero todas ellas representan las voces y los desvelos de los habitantes de la ciudad o de algún sector institucional o privado. Tuve la suerte de integrar, en la década del ’80, aquella militancia por la comunicación social, la identidad local y la difusión de los artistas, comunicadores y periodistas que no tenían acceso a los grandes medios capitalinos. Era una novedad, una aventura o un desafío, o tal vez todo ello junto.

El estudio de FM Montecarlo estaba instalado en la planta alta de la vivienda de la familia de Machado, un uruguayo apasionado por la comunicación, las ideas originales y la aventura, en la calle Bulgaria al 1800. Enseguida me propusieron tener mi programa e intervenir en algunos que se emitían. Y como sucede en estos casos, lo hacíamos con fervor, compromiso y amateurismo. Un programa de tango, otro de temas barriales, un noticiero del Gran Buenos Aires, hasta que nos animamos –con un grupo de actores vocacionales- a poner en el aire obras de teatro en horario nocturno. Dimos desde «Narcisa Garay. Mujer para llorar» hasta «Doña Rosita, la soltera». Allí hicieron escuela varios escritores, poetas, actores, músicos… con la osadía de salir al aire, llevar un mensaje, desarrollar una aventura…

De eso se trataba, y se trata. Abrir cabezas, despertar conciencias, poner en funcionamiento la sensibilidad auditiva. Pero la tarea no era ni es fácil. En el horizonte hubo clausuras inapropiadas, secuestros de equipos, legislación demorada, reconocimiento a medias, el mantenimiento y el desarrollo tecnológico. Pero siguieron en el aire. Nombres que recorro ahora, muchas de ellas: FM Avellaneda, FM Carat, FM Wilde, FM Sarandí…y la lista es numerosa.

En el país habían surgido a mediados del ochenta. Eran radios en baja potencia, sin licencias habilitantes pues la Ley de Radiodifusión 22285, promulgada durante la dictadura militar, no contemplaba su existencia. En otros países latinoamericanos ya funcionaban. En España y Francia, por ejemplo, comenzaron denominándose como «radios libres» y posteriormente se fueron añadiendo nuevos términos como «radio comunitaria», «radio alternativa» o «radio cultural». Los términos más extendidos en el ámbito estatal e internacional son los de radio libre y radio comunitaria, predominando el de radio alternativa.

En 1989 el gobierno argentino, a través del COMFER, abre un registro de radios, adjudicándole a las inscritas el PPP (permiso precario y provisorio), el que tendría vigencia hasta tanto se promulgue y aplique una nueva ley que contemple este tipo de radios. Hasta fines del año 2008 esta ley no se había promulgado, existiendo en este aspecto un vacío legal que ha producido inconvenientes en Buenos Aires y Gran Buenos Aires, Rosario y otras ciudades importantes. Después de más de 30 años existen en Argentina más de 4000 radios que aún siguen funcionando.

En 2009 fue sancionada la ley 26522 que, en reemplazo de la anterior, regula los servicios de comunicación audiovisual en todo el país. Crea la Administración Federal de Comunicación Audiovisual (AFSCA) como organismo regulador del sector y contempla la posibilidad de que los servicios sean operados por 3 tipos de prestadores: de gestión estatal, de gestión privada con fines de lucro y de gestión privada sin fines de lucro. En consecuencia la AFSCA implementó un relevamiento obligatorio de todos los servicios en funcionamiento, cualquiera sea su condición legal, con miras a su plena regularización.

Pero el vigor popular, la impronta barrial y las propuestas nuevas de los comunicadores aún siguen en el aire. Hay que sintonizarlas, nos reconocen.

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