El comienzo del nuevo año lectivo reedita en nosotros la preocupación por los episodios de violencia escolar que afectan a nuestras escuelas. Sin duda, aquello que ocurre en la escuela es reflejo, en mayor o menor medida, de aquello que ocurre en nuestra sociedad, la que pareciera estar caracterizada por el exitismo, la competencia, los vínculos violentos, la escasez de adultos dispuestos a ocupar su rol y en la que se advierte un incremento en la desvalorización de las instituciones y de las normas.

Cuando se hace referencia a la violencia escolar se alude a diferentes situaciones o hechos que pueden ocurrir ya sea dentro de la escuela, en sus alrededores o durante la realización de actividades extraescolares y que ocasionan perjuicio a personas o cosas. La violencia puede darse entre los diferentes integrantes de la comunidad escolar o entre miembros de distintas comunidades educativas o recaer sobre instalaciones o bienes.

Existe un tipo específico de violencia escolar: el acoso escolar o «bullying», definido como el hostigamiento o persecución ya sea física o psicológica de un alumno contra otro, es decir entre pares. Aquí también, lamentablemente, se ha visto incrementada la intensidad de la violencia en los últimos años.
Frente a este escenario surgen muchos interrogantes acerca de las acciones a seguir. Para esta situación, como para cualquier situación compleja que debamos atravesar o en la que debamos intervenir, no existen recetas mágicas. Sí existen claves, lineamientos comunes que tendremos que tener en cuenta y en los que será necesario trabajar involucrando a «todos» los integrantes de la comunidad educativa: directivos, docentes, no docentes, alumnos y padres.

Por eso consideramos imprescindible para el abordaje de la conflictiva escolar en general y de las situaciones de violencia en particular:

-La información que nos permita diferenciar los distintos tipos de violencia y establecer la forma de actuar frente a cada una de ellas.

-La formación y capacitación, así como la creación de espacios de reflexión.

-La creación de instancias y órganos adecuados de comunicación y participación.

-La formación de equipos interdisciplinarios especializados.

-La elaboración de acuerdos de convivencia adecuados que tengan en cuenta la identidad de cada institución educativa y las necesidades de todos sus integrantes.

En este sentido la Ley Nacional para la promoción de la convivencia y el abordaje de la conflictividad social en las instituciones escolares, conocida por muchos como la «Ley de Bullying», es un claro avance ante esta problemática escolar al otorgar un marco normativo antes inexistente y establecer principios orientadores y objetivos generales entre los que podemos destacar: -el respeto y la aceptación de las diferencias; – la resolución no violenta de conflictos; -la posibilidad de establecer sanciones como parte de la enseñanza, las que deberán tener un sentido formativo, ser graduales y progresivas y nunca deberán afectar el derecho a la educación; – la creación de órganos e instancias de participación; y – la creación de equipos especializados para la prevención e intervención de la violencia escolar.

Queda como tarea plasmar estos principios y objetivos generales en acciones concretas en cada una de nuestras instituciones educativas con la convicción que la educación es la principal herramienta para modificar patrones sociales.

Para ello será necesario: – contar con la participación de todos los integrantes de la comunidad educativa; – el trabajo en equipo; – que ese equipo cuente con el aporte de profesionales de distintas disciplinas que posibilite el análisis y abordaje interdisciplinario y; -capitalizar todo el aporte que ha brindado en la resolución pacífica de las controversias la mediación en general y la mediación escolar en particular.

Dra. Claudia Edith Fontana
Directora CMuRC (Centro Multidisciplinario de Resolución de Conflictos)
Vice Directora Centro Mediación Avellaneda del C.A.L.Z.

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