La violencia de arriba

Un argumento usado con frecuencia para explicar las razones que determinan que un conflicto político o social desborde el plano argumentativo y se convierta en una confrontación agresiva y destemplada, consiste en sostener que «la violencia de arriba provoca la violencia de abajo». Ese razonamiento apunta a denunciar las injusticias que padece tanta gente, que en algún momento causan reacciones duras que se transforman en conflictos con consecuencias graves, incluso en el plano físico. Es decir: hay circunstancias en que las desigualdades que afectan la calidad de vida, causan reacciones incontrolables cuyos motivos deben comprenderse, aún cuando no compartamos la forma en que se expresa el reclamo

Pero en el último fin de semana, fuimos testigos de un episodio de violencia que no tiene nada que ver con esas causas: una caravana política organizada por los partidarios de Sergio Massa que recorría las calles de La Matanza en un acto común y corriente de cualquier campaña electoral, fue agredida en tres oportunidades, en distintos lugares de su recorrido y con una acción premeditada que incluso causó heridas a unos cuantos de sus integrantes.

Acá también hubo «violencia de arriba», pero no fue la que ejercen los poderosos con relación a los desamparados. Fue una pelea entre quienes formaban parte del mismo grupo de poder, que ahora se enfrentan entre ellos. Este caso de violencia es el resultado de una manera de entender la política impulsada desde el gobierno nacional: el que disiente es un enemigo que carece de derechos y que merece el castigo, aunque hasta hace poco tiempo fuese parte de la propia tropa.

El kirchnerismo apoyó siempre su acción política en la relación dialéctica «amigo-enemigo». Todo su aparato de propaganda apunta a autodesignarse dueño de la verdad y convertir a quien no comparte sus ideas en un adversario aborrecible que no sólo está equivocado, sino que además ni siquiera merece la protección que otorga la ley. Por eso, si hoy Massa se transformó en un opositor, perdió todos sus derechos y debe ser castigado por bandas organizadas que cuenten con protección policial, en zona liberada.

Esta «violencia de arriba» tiene que denunciarse por patotera y ventajera. Patotera, porque se ejerce desde el anonimato y sin riesgo para los agresores. Ventajera, porque cuenta con el apoyo del estado provincial y nacional.

Con esta «violencia de arriba» también hay que terminar para que de una vez por todas, los argentinos podamos convivir en paz.

Dr. Juan Manuel Casella
estudiocasella@cpacf.org.ar