La violencia conyugal es un problema social

Escribe la Lic. Andrea Fabiana Varela Seivane.

La violencia conyugal suele manifestarse de diversas maneras, como ataque cruzado, como relaciones sadomasoquistas, en la figura de la mujer golpeada ó en la figura del hombre golpeado. De acuerdo a como se adjudiquen y se asuman los roles dentro de la pareja conyugal, va a ser el prototipo de violencia que se instaure en la pareja conyugal.

En relación con la adjudicación y la asunción de roles, y desde una perspectiva tradicional, los varones son los que están básicamente comprometidos con el trabajo y el sostén económico de la familia, se desenvuelven en el plano público y social, con la consecuencia de mantenerse alejados gran parte del día del hogar, en tanto que las mujeres, generalmente, se desarrollan a través del apuntalamiento emocional y en sus actividades, dentro del ámbito del hogar.

A partir de esta concepción ideológica, la participación limitada del hombre dentro de la esfera familiar, es una consecuencia de su rol como proveedor económico. La sociedad en la que nos desenvolvemos, concede estos roles, y la mayoría de las familias, asumen estos roles sin cuestionamientos.

Desde esta postura, hallamos que existen roles bien diferenciados para el hombre y para la mujer, y estamos frente a lo que se denomina pareja complementaria. En la actualidad y con la inserción cada vez mayor de la mujer en empleos pagos, sumado a la influencia del movimiento feminista que adquirió un enorme auge a partir de la década del 70, es que comienza para la mujer un segundo rol que se agrega al trabajo en el hogar.

El rol de la mujer en un empleo pago, es lo que expone al hombre a realizar también dos roles, un rol, vivir un rol familiar dentro del ámbito del hogar, y el otro rol, es el que se suma, destinado al ámbito del hogar, es decir, el tener otro rol sobre la base del trabajo pago.

Este tipo de relación se da en lo que se denomina pareja simétrica. Según sea la modalidad de pareja, la forma de violencia que la pareja experimentará, va a cambiar, por ejemplo, en la pareja complementaria, la violencia en general, es ejercida desde el hombre, quién al ver que provee el sustento económico a la pareja, considera que tiene el derecho de ejercer el poder.

En esta relación, es donde se ejerce la violencia a modo de castigo, a la que podríamos definir como una situación que supone la inferioridad de uno de los miembros de la pareja. La violencia puede ir en aumento ante las faltas que se le atribuyan al otro, y como todo castigo, tiene carácter de intimidación.

Este castigo es impuesto por uno de los componentes de la pareja, el que provee el sustento económico. En general, la forma de manifestación de la violencia, se da como mujer golpeada, y en menor frecuencia como hombre golpeado.

En la pareja simétrica, por ejemplo, ambos miembros de la pareja, ejercen distintos modos de agresión desde una situación de igualdad. Es en las parejas simétricas, donde por ejemplo, aparece el ataque cruzado entre cónyuges, ya que ambos ejercen la agresión de igual a igual, o se dan las relaciones sadomasoquistas, que son las que se desarrollan con previo acuerdo entre ambos miembros.

En estas relaciones de pareja simétrica, la agresión no se manifiesta en la forma de ciclo de la violencia, como sí sucede en las parejas complementarias. El ciclo de la violencia se compone de tres fases muy bien diferenciadas, la fase de acumulación de tensión, la fase del golpe, y la fase de arrepentimiento o luna de miel.

Si bien se considera que el problema de la violencia conyugal, familiar, y más específicamente de la violencia hacia la mujer, son cuestiones referentes al ámbito de la familia, porque es ahí donde se produce esta conflictiva, resulta una problemática eminentemente de índole social. La familia es el ámbito donde se forja la personalidad del sujeto, es la familia la encargada de transmitir y perpetuar los rasgos característicos que la sociedad espera encontrar en los hombres y en las mujeres, es en la familia donde los roles y los comportamientos, se basan en categorías de edad y sexo. El uso de la fuerza, y sobre todo la fuerza física, ha sido tradicionalmente aceptada como correctivo, en especial a los niños, bajo el supuesto de una mejor educación. Esta problemática no sucede aisladamente, sino en el marco de una sociedad que aprueba y refuerza concepciones sexistas, por eso es en este contexto ideológico, donde se instauran las situaciones de violencia, las que son desaprobadas desde el discurso social y son toleradas y ocultadas en la práctica.

Lic. Andrea Fabiana Varela Seivane
Licenciada en Psicología
MN 34156
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