La Presidenta no quiere entender

El lunes último, y en discurso público, la Presidenta de la Nación criticó de manera dura a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, acusándola de estar influida por los difusos «poderes corporativos» a los que siempre alude y condena.

Como parte de los argumentos con los que pretendió criticar a la Corte, la Presidenta impugnó el concepto de independencia que caracteriza al Poder Judicial y para fundamentar sus dichos, aludió a la pasada trayectoria política de alguno de los jueces (Maqueda, Zaffaroni) -pretendiendo así probar que, en realidad, no hay jueces independientes- y a la avanzada edad del Dr. Fayt.

El primer argumento no resiste el menor análisis: es cierto que dos de los jueces han desempeñado cargos políticos en representación de distintos partidos. Maqueda y Zaffaroni fueron legisladores nacionales, uno por el Peronismo y otro por el Frente Grande. Pero lo que la Sra. Presidenta no quiere entender es que la función independiente que necesariamente debe desempeñar cualquier juez, lo es a partir de su designación como tal. Todas las personas tenemos pasado. Algunos desempeñamos cargos o asumimos compromisos políticos. Pero si nos designan jueces, a partir del momento de la designación nuestra obligación consiste en dejar de lado cualquier pertenencia política y asumir una clara actitud independiente. La independencia del juez se manifiesta en sus sentencias y no tiene nada que ver con sus anteriores adhesiones políticas. Por eso, confiando en la aplicación de ese criterio, Alfonsín le ofreció a Luder en 1983 la presidencia de la nueva Corte Suprema, aún cuando Luder había sido candidato presidencial del Justicialismo muy poco tiempo antes.

Decir que los jueces no pueden ser independientes usando como argumento la anterior pertenencia política de alguno de ellos, constituye un recurso retórico que no tiene valor y que solamente pretende impresionar al que escucha. La legitimidad de los jueces proviene de su independencia, que se debe exigir a partir de su nombramiento y frente a cualquier poder.

En cuanto a la edad del Dr. Fayt: en este caso la Presidenta incurre en una actitud discriminatoria con un claro contenido irrespetuoso. No importa la edad, sino la condición intelectual y la capacidad de trabajo para cumplir con la función encomendada. La Presidenta también va a llegar a vieja y no le gustará que le pasen los años por la cara para descalificarla.

Dr. Juan Manuel Casella
estudiocasella@cpacf.org.ar

noticias relacionadas