La matanza en el estadio derivó en una crisis política en Egipto

Al menos 600 personas resultaron heridas en El Cairo en los enfrentamientos registrados entre policías y manifestantes, en el marco de la grave crisis política desatada en el país árabe tras la matanza de 73 personas en un estadio de futbol.

Los enfrentamientos se produjeron luego de que más de 10 mil personas se congregaron en la capital egipcia para protestar por la inoperancia -y eventual connivencia- de las fuerzas de seguridad para controlar la inusitada violencia tras el partido de fútbol anoche entre los equipos Al-Masry y Al-Ahly.

La policía intentó dispersar la protesta haciendo uso de gas lacrimógeno luego de que -según la televisión estatal- manifestantes arrojaron piedras contra policías e hirieron a 54 oficiales.

El primer ministro, Kamal el Ganzouri, intervino en el Parlamento para expresar su dolor por lo ocurrido, y dar explicaciones de la actuación gubernamental.

“Estoy dispuesto a rendir cuentas ante cualquier institución porque sé que tengo una responsabilidad política por los hechos”, dijo Ganzouri, que acudió al hemiciclo acompañado del ministerio del Interior, Mohamed Ibrahim.

Hoy temprano, los Hermanos Musulmanes responsabilizaron por la tragedia a una “mano invisible” mientras la oposición ya organizaba la multitudinaria marcha, y el Gobierno y el Parlamento decidían reunirse “urgente” para debatir sobre los sucesos.

El jefe del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas de Egipto, Mohamed Hussein Tantawi, decretó tres días de duelo y prometió que encontrará a los culpables de la masacre de Port Said, tras matizar que este tipo de sucesos “pueden pasar en cualquier parte del mundo”, en declaraciones al canal TV del Al-Ahly, uno de los equipos involucrados.

Anoche, antes de que se extinguieran las llamas en las gradas y mientras seguían ingresando cadáveres en las morgues de los hospitales cercanos al campo deportivo, ya afloraban variadas hipótesis -entre sectores políticos, medios y analistas- que apuntaban a una conspiración política como causante de la masacre.

La más extendida giraba en torno al deseo de sectores militares de mantener “la ley de emergencia” decretada en 1981 (tras la muerte del ex presidente y primer ministro Anwar el-Sadat), una normativa que sirvió durante estos últimos 30 años como cobertura legal para la represión desatada contra sectores opositores.

“Lo que ocurrió no puede ser una coincidencia. Esta masacre y tres ataques armados, apenas un día después de que el ministro del Interior vino al Parlamento para intentar convencernos de mantener el estado de emergencia”, reclamó el diputado scialdemócrata Zia el Elaimi.

Ganzouri, en tanto, comunicó al Parlamento, en una sesión extraordinaria, que el Gobierno aceptó la dimisión del gobernador de Port Said, el general de División Mohamed Abdulah, y cesó a los dos mandos policiales responsables de los incidentes en el estadio de fútbol de esa localidad.

El Ejecutivo también destituyó a todos los miembros de la Junta Directiva de la Federación de Fútbol Egipcia que, tras la tragedia al término del partido de liga entre los equipos Al-Ahly y Al-Masry, decidió anular todos los encuentros de la jornada, según informó el diario Al Ahram.

Según el Partido Libertad y Justicia (PLJ), brazo político de los poderosos Hermanos Musulmanes, la “mano invisible” sólo puede pertenecer a partidarios de Hosni Mubarak deseosos de castigar a los seguidores del equipo cairota Al-Ahly tras su importante participación como fuerza de choque durante las manifestaciones contra el régimen.

Opositores a la Junta Militar -que gobierna interinamente el país desde la caída de Hosni Mubarak, en enero de 2011- son quienes protagonizaron y organizaron las marchas en la Plaza Tahrir, donde reclamaban contra la policía y el Gobierno a quienes acusan de inactividad en los enfrentamientos.

Hoy temprano, grupos de hinchas considerados “barras bravas de Al-Ahly” dejaron a un lado las frecuentes rivalidades con los “Caballeros Blancos”, del equipo Zamalek, y calificaron de “sospechosamente ineficiente” la actuación de las fuerzas de seguridad durante el partido que terminó 3-1 a favor del cuadro Al-Masry y tras el cual se desencadenó la masacre.

Los seguidores de ambos equipos marcharon a la sede de la Asamblea del Pueblo para condenar el comportamiento de la policía, acción que se realizó en forma paralela a otras dos marchas hacia los ministerios del Interior y de Defensa con iguales propósitos.

El partido que anoche enfrentó a Al-Masri de Port Said y Al-Ahly de El Cairo, había comenzado bajo una tensión muy alta y prácticamente sin controles policiales.

Al-Ahly es el equipo más importante de Egipto y del continente africano y suscita gran antipatía entre sus rivales. En el sector del estadio ocupado por seguidores del Al-Ahly surgieron pancartas insultantes para el Masri, lo que inflamó aún más los ánimos.

Cuando el árbitro señaló el fin del encuentro con victoria local, un hombre supuestamente vinculado al Al-Ahly saltó al césped con una barra de hierro, mientras seguidores del Masri se lanzaron contra él y contra los jugadores visitantes.

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