La Guerra Mundial en nuestra casa

Escribe Antonio J. González

“El primero de septiembre de 1939,-dice Andrés Bisso en un trabajo académico- las tropas alemanas invadían Polonia, provocando -con ese acto- las respuestas de Francia e Inglaterra y desencadenando, con ellas, el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Sin esperar ni la declaración bélica anglo-francesa ni la posición de neutralidad oficial de nuestro país, el diario La Libertad de Avellaneda, cuya sala de redacción estaba distante -a más de diez mil kilómetros- del centro de los acontecimientos, no dudaba en reaccionar rápidamente frente a las noticias cablegráficas recibidas, matizando la lejanía del conflicto, lamentándose -en nombre del humanismo americanista- por el comienzo de la guerra…sintiéndose: “invadidos por la congoja que supone estar confundidos en este gigantesco cuartel general en que de una forma u otra todos los pueblos adquieren la presencia de centinelas de un ejército universal. A nosotros nos toca ser soldados de la paz”.

 

Recordemos que Avellaneda para esa época fue destino de muchas familias europeas que escapaban de la miseria, la ausencia de futuro y la guerra. Muchos de nosotros somos descendientes de esas familias. Mi padre fue uno de ellos, aunque era un niño gallego que vino de la mano de su familia.  “Es que, ya desde el primer tema de preocupación material que provocó la guerra en los argentinos -continúa Bisso-… como fue el de la especulación comercial y los aumentos de precios en los artículos de consumo popular, los redactores no dudaban en señalar que: “Avellaneda, que por su proximidad con la capital adquiere todas las características de una prolongación de la gran ciudad, padece en estos momentos de los mismos fenómenos que artificialmente se han ido creando sobre los artículos de consumo diario”. De esta manera, los primeros enemigos que producía la guerra eran los comerciantes especuladores que “fríamente miden las perspectivas y lanzan a la plaza los precios que significan una suba vertiginosa de los artículos de primera necesidad” y contra los cuales el Poder Ejecutivo había indicado medidas represivas que el diario se encargaba de difundir y avalar”.

 

”La indignación se reproducía, -sigue ese cronista- sobre todo, en el aumento –inexplicable por razones bélicas- de aquellos productos típicos de esa zona portuaria y frigorífica” y continúa relatando: “El debate sobre los efectos de la guerra en el abastecimiento ya fue tempranamente advertido por Maria Dolores Béjar … “está obligada a sufrir el alza de la carne, como si ella proviniese de allende los mares”, centrando su queja -en especial- sobre los frigoríficos y matarifes y “absolviendo” a los dueños de las carnicerías”.

 

Cualquier semejanza con la actualidad es pura coincidencia.

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