La dificultad de establecer límites a los hijos

Escribe la Lic. Andrea Fabiana Varela Seivane.

Existe una preocupación común en algunos padres en relación con la educación de sus hijos. En general el tema principal de estos padres gira en torno a saber cómo fijar los límites en las actitudes y comportamientos de sus hijos, en saber como y cuando advertir o corregir a sus hijos. También las dudas surgen en el momento de ejercer la autoridad, cuando es necesario y cuando se vuelve abusivo, en como guiar sus propios hijos sin generar tensiones innecesarias.

Parecería ser que existen muchísimas dudas y bastante pocas respuestas, con lo cual, para comenzar a despejar esta cuestión, como punto de partida tenemos que entender que para poder afrontar estas dificultades hay que tener conciencia de que no es beneficioso proteger y justificar sistemáticamente la actitud de los hijos. Como todo extremo, la permisividad total y la sobreprotección tienen sus consecuencias.

Ejemplos nos sobran, ya que cada vez es más habitual el piedra libre para todo, supongamos que un niño toca o rompe algo de una vidriera donde hay un cartel que prohíbe tocar la mercadería, el vendedor le llama la atención al niño, el niño acude a su padre y le dice que el vendedor lo maltrato, el padre se enoja con el vendedor, lo insulta y lo desautoriza de malos modos, en público y delante de su hijo, obviamente la consecuencia de esta situación es que ese niño aprenderá que su padre lo defenderá aunque se comporte mal, con lo cual quedará registrado que portarse mal está bien.

Otro ejemplo muy común, padres agrediendo a maestros, en general porque los maestros sancionan a los alumnos por comportamientos incorrectos dentro de la escuela, no querer entrar a clase, tratar al maestro como a un par, palabrotas y malas contestaciones, y muchas situaciones más, hay un desborde de los padres cuando una autoridad otra, y no cualquiera ya que es una autoridad escolar donde los niños acuden entre otras cosas para ser educados, quiero decir no sólo de contenidos temáticos, los maestros quieren establecer la diferencia entre un comportamiento correcto y otro incorrecto, y no pueden, esto es imposibilitado por los padres.

Lamentablemente estas situaciones existen y muestran un fenómeno social en escalada. Muchos padres se justifican aduciendo que han tenido una educación familiar estricta y por esta razón tienen que superar el autoritarismo que sufrieron, entonces tienen que dejar hacer a sus hijos sin contrariarlos para que no sufran traumas psicológicos, no usar castigos como método de aprendizaje, satisfacer caprichos, proteger a sus hijos y desprestigiar a otros educadores, principalmente maestros. En la educación de un hijo no se pueden evadir las normas ni la jerarquía.

Un niño aprende que cuando sus padres dicen que no, esa decisión es inamovible, seguramente se sentirá frustrado, pero debe aprender a tolerar y convivir con ciertas normas, porque son precisamente las que le darán seguridad y le enseñarán a confiar en un criterio estable. Por ejemplo, ante un capricho, se puede ignorar hasta que recobre la calma, pero no se puede celebrar que se le pasó la rabieta ni tampoco se puede negar que hubo un conflicto, porque después de perder el control y recuperar la tranquilidad, el niño espera algo, y ahí es el momento de hacerle ver lo improductivo de su comportamiento, ejerciendo así los padres una autoridad que le permita al niño aprender algo de la experiencia.

Los niños necesitan ser guiados por los adultos y para esto es básico establecer reglas para fortalecer las conductas y lograr el crecimiento personal. Los límites deben orientarse hacia el comportamiento y no hacia la expresión de los sentimientos, porque se puede exigir al niño que no haga algo, pero no se le puede pedir por ejemplo que no sienta rabia o que no llore. Además, los límites no deben ser fijados con descalificaciones, sino mostrando el problema, es decir dando razones del porque de ese límite.

Esta cuestión de la dificultad que tienen los padres para poner límites a sus hijos responde a muchas razones, pero en general estos padres suelen no sentirse suficientemente fuertes para enfrentarse a sus hijos, o son en exceso complacientes con sus hijos para compensar el poco tiempo que les pueden dedicar, o son padres que entre sí se desautorizan permanentemente y esta contradicción se trasmite a sus hijos. Lo que más influye en los hijos no es lo que dicen o hacen sus padres, sino como son, con lo cual la educación representa no solamente revisar las conductas de los padres con sus hijos, sino también la forma de ser de los padres como personas.

Licenciada en Psicología
Andrea Fabiana Varela Seivane
MN 34156
Consultas al 4205-0549 155-143-6241

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