La ciudad se hizo “como se pudo”

Escribe Antonio J. González.

¿Cómo se fue haciendo una ciudad como Avellaneda? Las respuestas pueden ser diversas, pero en el centro se encuentra la premisa básica: “se hizo como se pudo” sin grandes ideas ni planificaciones sensatas y constantes. Ya en la década del ’30 comenzaron a perfilarse los interrogantes sobre el crecimiento demográfico en marcha entonces. Las sociedades populares –entonces tan vitales como necesarias en nuestra comarca- se hicieron esa
pregunta y pretendieron darle las respuestas posibles. Surgió el Congreso de Sociedades de la ciudad, donde se constituye una comisión para proponer un Plan Regulador que dé las respuestas posibles a ese interrogante. Ya Avellaneda era una sociedad urbana que se extendía hacia ambas veredas de la avenida Mitre, loteando los grandes terrenos, abriendo y pavimentando calles, construyendo casas y edificios sin contar con una idea o patrón urbanístico a seguir.

En esa comisión intervino el abogado Dr. Ismael Moreno –con grandes y modernas concepciones urbanísticas- y los ingenieros Andrés Devoto Moreno y Juan A. Briano, el médico Dr. Dante Emanuel y el arquitecto Luis Laverdet, junto a vecinos que buscaban respuestas urbanas y modernas –para la época- que puedan orientar un modelo o una ciudad regulada. “Corresponderá a nuestra generación –afirmaba Ismael Moreno en 1939- la transformación total y gradual de nuestra expansión urbana en la futura gran ciudad industrial”.

Muchos años más tarde se forma una comisión en la Municipalidad con algunos de los integrantes originarios, pero el Plan Regulador nunca se aplicó con la decisión colectiva que era necesario. Fueron intentos bien intencionados que naufragaron en la maraña burocrática o en los intereses sectoriales y políticos y Avellaneda siguió su expansión
“como se pudo” y ese crecimiento sin parámetros edilicios y urbanísticos consensuados, colectivos, dieron pie a improvisaciones, ideas parciales, alejadas de un proyecto a futuro.

“El Censo Nacional de 1960 comenzó a mostrar la sobresaturación poblacional por falta de terrenos óptimos para ordenar el sistema habitacional” afirmaba Federico Fernández Larrain en 1983. “Avellaneda, en este momento, en que muchas cosas pueden ser proyectadas y comenzar a hacerse, merece que planifiquemos su futuro. En ello estamos con Christopher Tunnard y Henry Hope Reed quienes han expresado que “La ciudad domina el interés de la sociedad moderna y debe ser la suprema creación del hombre”. “La nueva Avellaneda, la Avellaneda del futuro, no será una creación de nosotros pero podrá ser una creación de nuestra sensibilidad como vecinos que la han querido a través de su historia, de su lucha y de su pueblo” concluye Larrain.

Y así estamos. Pensamos que nunca es tarde para retomarlos y plantearse que estas cuestiones exceden las parcialidades políticas y los oportunismos electorales. Son claras y decisivas políticas de Estado que merecen consenso y sentido común.

 

 

Antonio J. González

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