Con más de tres décadas de experiencia, Jorge Miragaya es uno de los peluqueros más reconocidos de Avellaneda. Con local propio desde hace 31 años, aprendió de grandes maestros y alcanzó logros en certámenes nacionales e internacionales.
 
«Arranqué con peluquería en el ’77 por influencia familiar y por amigos. Principalmente mi madre, que era una gran peluquera, y tengo tíos que también se dedican a esto», le comentó a La Ciudad el propio Jorge Miragaya, en su local de Beruti 205.
 
Los comienzos fueron de la mano de Ángel Amato, Orlando Castro, Mateo Bosicovich, Jorge Texeira, Miguel Ángel Luna y Alberto Lucarini, entre otros, hasta que unos años después inauguró su propio emprendimiento.
 
«Abrí mi propio local en agosto de 1980, en Lanús, y en 1989 surgió la oportunidad de venirme para acá, a mi barrio, porque soy de Entre Vías», resumió Miragaya.
 
Consultado sobre los comienzos en el vecino partido de Lanús, reconoció que al principio fue difícil y que hasta tuvo que vender el auto para iniciar su propio camino.
 
«Aposté todo lo que tenía, además estaba en un lugar donde no me conocían porque yo no era del barrio. Pero me fue bien, al punto que me posibilitó comprar en Avellaneda y dejar de alquilar»,  comentó Miragaya.
 
La llegada a Avellaneda tampoco fue fácil porque volvió a su patria chica en plena hiperinflación. «El comienzo fue duro, pero después se normalizó todo y me fue bien, gracias a Dios tengo mi clientela y no me puedo quejar», remarcó.
 
En cuanto al servicio que brinda, Jorge Miragaya es exclusivamente peluquero de hombres y niños. No trabaja con mujeres porque le hace mal las tinturas y porque no le gusta tener mucha gente para cortar.
 
«Yo hago un trabajo personalizado, en los locales comerciales no te corta el mismo más que dos veces, es como ir a una peluquería distinta -explicó- yo llevo 31 años, si te gusta mi servicio volverás y siempre me vas a encontrar a mi, llevo tres generaciones, casi cuatro cortando».
 
Esa confianza con el cliente lo convirtió también en una especie de psicólogo. «Conozco las alegrías y las tristezas de cada uno, los casamientos, los trabajos, las vacaciones. No sé el ciento por ciento de la persona, pero a muchos los conozco desde la adolescencia», afirmó Jorge Miragaya.
 
En estos 31 años de peluquería propia existieron momentos más favorables que otros. Al respecto, sostuvo que «en todas las etapas económicas hubo rachas buenas, como la del ’80 al ’82, la del ’85 al ’88 y la del ’91 al ’98 con el uno a uno».
 
Al referirse a las situaciones más complejas desde lo económico, además del ’89, Jorge Miragaya comentó que la crisis de 2001 fue compleja para todos los rubros.
 
En otro orden, más allá de las crisis, Miragaya manifestó que siempre trató de cobrar una tarifa acorde a lo que son sus manos, para no regalar una profesión que construyó con tanto esfuerzo, tiempo y dinero.
 
«Soy campeón nacional y sudamericano de peluquería masculina, campeón por equipo, representante de distintas instituciones, maestro y jurado internacional de peluquería. Tengo títulos que me avalan», resaltó.
 
 
Los cambios y la moda
 
«La moda se va reciclando, cada cinco años aparece algún agregado. Desde hace un tiempo la adolescencia usa mucho el pelo desmechado, disparado con gel, pero también tenés la clientela clásica que usa el corte de siempre», explicó Miragaya.
 
«La gente también cambió, se cuida más; cuando la situación económica de los hombres está bien, es más asiduo, pregunta, se hace cosas -añadió- pero cuando no es buena, la prioridad de la peluquería la tienen los hijos y la mujer».
 
«Ahora, la juventud que trabaja y que tiene un ingreso medio bueno, se cuida mucho en lo personal, cosa que otras generaciones no hacían a esa edad. Muchas cosas que antes hacían solo las mujeres, los hombres las empezó a hacer también, van al pedicuro y se ponen cremas para dormir», puntualizó.
 
«Jorge Miragaya», en Beruti 205, a metros de Av. Belgrano, es el lugar ideal para depositar la confianza en un peluquero que desde hace 31 años mantiene una línea de conducta y sigue sumando prestigio.