J.J. Berrutti: El poeta fundador de escuelas nocturnas para mujeres

Escribe Antonio J. González.

Vivió un poco más de 80 años, desde aquel día de julio de 1871 que nació en una vivienda de Buenos Aires. En ese lapso este hombre desarrolló una acción y una prédica a la manera de los
grandes hacedores de su época, fundadores de organizaciones e instituciones ligadas a la educación.

Era pedagogo, escritor, publicista y además poeta. A cada paso suyo se concretaban las hermosas
iniciativas que significaban el nacimiento de escuelas o la afirmación de sus principios morales que se caracterizaban por ser un ejemplo de rectitud y perseverancia. “No basta saber el alfabeto para sentir hondo y pensar alto” solía afirmar.

Su carrera de educador comenzó en la escuela N° 4 del barrio de la Boca, que hoy lleva su nombre
“Profesor Jacinto José Berrutti”. Luego ocupó funciones en la Escuela Graduada de Varones y fue
fundador-director de la Escuela Nocturna N° 2, además de ocupar otras funciones en organismos
educativos de EE.UU. Pero su vocación por generar centros de educación era avasallante. Por su
iniciativa se crean las primeras escuelas nocturnas para mujeres, con cursos de educación primaria y de capacitación. Con este fervor, Berrutti integra el grupo de hombres fundadores de la Sociedad Popular de Educación en Avellaneda, apenas iniciado el siglo veinte. Desde aquí, bajo su celosa tosudez de “hacedor”, en 1902 se funda -bajo el amparo de la Sociedad Popular de Educación- la primera Escuela Nocturna para obreros y obreras en la provincia de Buenos Aires que se constituía en la tercera en funcionamiento en todo el país. Diez años después nace, también con el mismo origen, la Escuela Normal Sarmiento de la cual egresarían 500 maestros y que es la antecesora de la actual Escuela Normal Próspero Alemandri. Otras escuelas se irán formando de la misma manera, mientras el prestigioso pedagogo era designado Inspector General de Escuelas para Adultos y en tal carácter elabora un plan de estudios en el que incluía la novedad de los cantos escolares y la enseñanza de materias especiales, plan que fue aprobado por el Consejo General de Educación en 1910.

“Hagamos de toda América una escuela” afirmaba, fiel a los pensamientos sarmientinos. Escribe
varios libros escolares y otras obras literarias. Entre ellas “Educar al soberano”, “Páginas de mi
Evangelio”, “Siembra Cultural”, “El señor Maestro”, “Alma doliente” y “La maestrita del pueblo”.

Fue autor de poesías fieles a esa actitud de vida. “La mayor conquista del hombre es la de conquistarse a sí mismo para la vida del bien”, escribió.

Dos años antes de su muerte, la revista La Esfera, editada en Avellaneda, publica en 1949 dos de
sus sonetos. Uno de ellos se denomina “Las ilusiones” y lo reproducimos como homenaje a este
educador que no solo se conquistó a sí mismo, sino que construyó una buena parte de un país que
heredamos.

“Van y vienen como olas juguetonas / enjoyadas de perlas y corales; / como albas nubes, amazonas reales / a las que ciñe el sol áureas coronas; / como abejas, inquietas y zumbonas, / que dicen su canción a los rosales; / y como aves de trinos celestiales / que nos tienden sus alas, querendonas… / Así son las humanas ilusiones: / inundan de placer los corazones / y los elevan en un grato afán. / Hadas buenas que a todos nos fascinan / porque juegan, cabalgan, zumban, trinan / en nuestras almas… ¡Vienen y se van!”.

Una breve calle en Wilde, bordeando el Acceso Sudeste, recuerda el nombre de este poeta que, en
entre otras “ilusiones”, fundó escuelas nocturnas para mujeres.

noticias relacionadas