Entramos al mes del bicentenario

Escribe Roberto Díaz.

Siempre las fechas suelen ser engañosas, no aportan demasiado al conocimiento cabal de nada. Recordar doscientos años de historia, es como sentarse a rememorar cualquier incidente suburbano, cualquier anécdota baladí.

Porque, en definitiva, ¿cuántos de esos doscientos años vivió cada uno de nosotros como para tener una idea cabal de lo que aconteció?

Pero, bueno, esto no es materia discutible; es simple opinión. Lo cierto es que el país se apresta a celebrar esos doscientos años y no es que nos parezca mal o desacertado. Simplemente, decimos que, más que recordar, hay que mejorar aspectos de esta realidad traumática que venimos afrontando.

Lo que más nos preocupa es el grado de fanatismo y de intemperancia que existe. Vamos a celebrar dos siglos y la clase dirigente no se sentó, en años, a discutir o a dirimir ideas. Todo es cruce verbal, chicanas retóricas, frases más o menos afiladas, ironía y falta de respeto.

¿Esto es ideal para entrar en el Bicentenario? ¿Este es el país que tenemos, luego de dos siglos de transitar por una historia llena de tránsfugas y de episodios oscuros y nunca revelados como corresponde?

Veamos: A Moreno ¿lo asesinaron? No se sabe. Veamos: ¿cuántos de nuestros compatriotas y patriotas fueron a parar al exilio? ¿Quién mandó matar a Dorrego? ¿Por qué San Martín se fue del país y no volvió jamás? ¿La campaña al desierto fue heroica o fue un genocidio? Podríamos seguir revisando la historia hasta nuestros días, más allá de las tesis revisionistas.

Y ni hablar si entramos en las últimas décadas.

Entonces la pregunta es: ¿hay algo para enorgullecerse?

Nosotros creemos que sí, pero que no son, muchas veces, los acontecimientos por los que hacemos sonar bombos y platillos.

Ahora mismo: parece ser que hay una pelea feroz para demostrar quién es “más derecho y humano”. Una carrera publicitaria y loca para exhibirse como víctimas del Proceso Militar. Y resulta que muchos de los que, hoy, se golpean el pecho, estaban en otra cosa. No debieron salir con lo puesto para salvar la vida ni esconderse en algún rincón del Planeta ni le volaron la casa ni le allanaron ni le torturaron; ni siquiera, firmaron un miserable manifiesto en su momento.

Sin embargo, son los que, ahora, salen en la foto. Una repugnante manipulación de los muertos, hechos por oportunistas, por sinvergüenzas que, ni siquiera, sintieron, en aquellos años, el temor de estar figurando en alguna agenda peligrosa.
Estas cuestiones ¿son también para celebrar durante el Bicentenario? Nos parece que hay un desbarrancamiento moral, pernicioso porque nos damos cuenta que se ha perdido la capacidad de pensar y sentir, como Dios o la Etica manda.

Llegarán estos doscientos años; en el camino, quedó mucha gente útil, capaz, que se inmoló por los destinos de la Nación. Y también, como suele suceder, una legión de indeseables que, aún hoy, siguen manchando el azul prístino de nuestra Bandera.

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