Enfermedad celíaca

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Conocida en los últimos tiempos como la «enfermedad irlandesa», la celiaquía (enfermedad celiaca) ha pasado por distintas fases a lo largo de la historia hasta hoy.

En 1950, el pediatra holandés Willem-Karel Dicke, en su tesis doctoral, fue quien demostró que si se excluía el trigo, la avena y el centeno, la enfermedad celíaca mejoraba drásticamente. Si se sustituían por arroz y maíz, el apetito volvía, la absorción de grasas mejoraba y la diarrea grasa desaparecía; se percató de este hecho durante la II Guerra Mundial, ante la falta de disponibilidad de productos del trigo. Tras la guerra, al volver a disponer de estos productos, el índice de afectados por la enfermedad retornó al mismo nivel que había antes de la guerra.
Se puede presentar en cualquier etapa de la vida, y aunque se suele diagnosticar en la infancia, en países desarrollados se diagnostica cada vez más en adultos. Es más frecuente en personas de piel blanca y en climas tropicales.

Para que se desarrolle la enfermedad es preciso que exista una predisposición genética y un desencadenante (generador). En el caso de las mujeres, el desencadenante puede ser el primer parto y en los hombres cualquier intervención quirúrgica abdominal.

Es una enfermedad de origen genético pero no hereditaria. Sin embargo, el hecho de que una persona tenga la enfermedad hace que aumenten las probabilidades de que sus familiares también la padezcan, en comparación a la población en general. Se trata de una enfermedad crónica.

La enfermedad celíaca es una enfermedad autoinmune que se caracteriza por una inflamación crónica de la parte próxima del intestino delgado causada por un conjunto de proteínas vegetal componente del gluten (proteína presente en el trigo, la cebada, el centeno y la avena causando una reacción inflamatoria que causa atrofia (disminución del crecimiento) de las vellosidades que recubren el intestino e interfiere en la absorción de nutrientes, (llamamos absorción cuando los componentes del alimento pasan a la sangre para nutrirnos).

En condiciones normales todo alimento ingerido debe pasar por un proceso de digestión que lo degrada en componentes más pequeños para que éstos puedan ser luego absorbidos. Esta absorción de alimentos tiene lugar en el intestino delgado y para que esto sea posible es necesaria la existencia de vellosidades que, a su vez, podríamos compararse con raíces pequeñas que cuelgan en el interior del intestino. Su papel en la absorción es similar a la que realizan las raíces de los árboles, siendo la longitud de éstas esencial para que dicha absorción se produzca en mayor o menor grado. Cuando la longitud de la vellosidad se acorta, la absorción se reduce y la nutrición de la persona queda comprometida. Y es esto precisamente lo que sucede con los celíacos, que sufren de un acortamiento de estas raíces (vellosidades), lo que provoca una intolerancia al gluten.

Es un trastorno que aparece en personas predispuestas, de todas las edades, a partir de la infancia. Los síntomas incluyen diarrea crónica, retraso del crecimiento y/o del desarrollo infantil, problemas respiratorios, erupciones en la piel, pérdida de peso, cambios en el carácter, vómitos y vientre hinchado, aunque estos síntomas pueden estar ausentes y aparecen de vez en cuando. El único tratamiento eficaz es el cambio a una dieta, durante toda la vida, libre de gluten que permita la regeneración de las vellosidades intestinales.

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