Elsyster Sánchez Barberena: «Me siento bien estando en las instituciones, porque puedo ayudar»

Reconocida escritora de Piñeiro y Ciudadana ilustre de Avellaneda.

Criada en un hogar con valores muy adelantados para su época, la notable escritora y periodista comprendió rápidamente los beneficios de la libertad -ejercida con responsabilidad- y orientó su vocación hacia la participación activa en importantes instituciones sociales.

Si existe la reencarnación, uno podría pensar que, en una vida anterior, esta dama de la literatura fue una yegua salvaje e indomable, a la que le soltaron las riendas para que por sí sola demarcara sus propios límites.

«Nací en esta casa y me crié en un ambiente muy libre, con padres muy modernos. Me criaron como si no fuera hija única y me dieron mucha responsabilidad desde chica. Me dieron libertad con responsabilidad. Me decían lo que estaba bien y lo que estaba mal, bien clarito», dijo Sánchez Barberena, en el comienzo de una charla distendida, repleta de recuerdos de su querido Piñeiro.

«Entonces me acostumbré a desenvolverme sola, a ser muy independiente», prosiguió Elsyster. «Hoy día lo agradezco, pero en aquel tiempo añoraba la protección y el cuidado de mis padres, esa protección que yo sí les di a mis hijos. Valoro mucho que me hayan criado así, pero yo soy más gallina, más madrera, acojo más (hace el ademán de un abrazo) y siempre fui organizada. Por eso estoy en tantas instituciones, por eso soy presidenta en todos lados, porque organizo». (Risas)

Para la Ciudadana Ilustre de Avellaneda, la juventud transcurrió a un ritmo frenético. En su infancia, el colegio era el lugar predilecto para que esta jovencita hiciera de las suyas.

«Mi alegría era ir a la escuela, porque allí embromaba todo lo que quería. No era ninguna lumbrera. De hecho, repetí primer grado, porque lo único que me importaba era juga. Era muy parecida a éste», exclamó Sánchez Barberena, señalando a su bisnieto Ian, que revolotea por el escritorio.

A los seis años, Elsyster estudiaba música en el Conservatorio Nacional y a los diez, ya viajaba sola. La acompañaban dos o tres veces en cada nuevo recorrido y de ahí en más, la largaban sola. Algunas veces, tenía la suerte de viajar en compañía de una tía siete años mayor, a quien –sin embargo- tenía encomendado cuidar. Pero Elsa Esther era «terriblemente distraída» y cada tanto llamaba para que la fueran a buscar, porque había tomado un tren equivocado o, simplemente, se quedaba sin dinero porque lo gastaba en chocolates Aero.

«Reconozco que era terrible. Hacía lo que quería. Me vestía como quería. Esta casa era muy grande y tenía varios rincones para refugiarme», sostuvo la Vecina Destacada de nuestra ciudad, quien reconoció que en la primaria tenía problemas de conducta y era muy «protestona», pero en los años superiores comenzó a destacarse en Lengua.

Lo cierto fue que la vocación de Elsyster por la escritura comenzó a gestarse en casa, a partir de «los cuentos» que le contaba su abuela paterna.
«Mi abuela tenía una historia muy linda. Resulta que se crió con la famosa escritora socialista, la condesa (Emilia) Pardo Bazán. Mi abuela era tan imaginera, que cuando tuve uso de razón mi padre me dijo que no le hiciera caso a lo que ella decía, porque estaba inventando. Es una cuentera, me decía».

«Recién cuando mi padre murió, en una conferencia, me di cuenta de que hablaban de ella, y confirmé que no había mentido y que sus historias eran verdaderas. Aunque en parte engañó a todos, porque en vez de María (tal como la conocíamos todos) su verdadero nombre era Rosa.

Entonces, te imaginarás que no vengo de una familia, lo que se puede decir, muy normal. Hay una raíz que, aunque uno no se dé cuenta, en los genes influye. Entonces es lógico que yo me haya puesto a escribir. Ya ves cómo nace mi vocación de escritora», explicó sonriente, Sánchez Barberena.

Una institución en las instituciones
«No hay nada peor que la libertad que te pueden dar, porque sos esclavo de tu responsabilidad», afirmó con ironía Elsyster. «Es más fácil depender de tus padres para echarles la culpa de tus macanas. Yo sabía que tenía toda la libertad y tenía que saber usarla», agregó la escritora que, a medida que iba creciendo, iba perfilando su vocación.

Los mandatos de esa época indicaban que había que saber coser y bordar y una mujer podía aspirar a una carrera como el magisterio. Algunos los cumplió (años más tarde ejercería como profesora de historia y educación musical) y frente a otros, se rebeló.

«Mi abuela me decía: coser no, bordar no. Estudia, para poder pagarles a otros para que te lo hagan. Si no, terminarás lavando pisos. Y es el día de hoy que yo no sé ni enhebrar una aguja. Fui al oculista y me dijo: usted ve perfecto, señora, sólo le falta práctica». (Carcajada)

Elsyster se recibió en el conservatorio nacional, y su madre soñaba con que fuera concertista. Pero, como desde siempre, ella quería escribir.
En ese ámbito también había sido muy precoz. «He encontrado en algunos cuadernos viejos escritos que quisieron ser poemas, donde aparecía «vida» con b, así que me imagino que habré sido muy chica cuando empecé a escribir. Y me acuerdo que en cuarto grado, leía la Divina Comedia, aunque no entendía nada», contó, entre risas.

Fue entonces que a los dieciocho empezó a estudiar periodismo en el Instituto Grafotécnico, donde disfrutó de un aprendizaje intensivo con gente de los diarios La Nación y La Prensa, convirtiéndose en la primera mujer que estudió periodismo.

Allí conoció a quien sería su esposo, el reconocido escritor Francisco Castañeda Guerrero, proveniente de Filosofía y Letras, con quien compartiría la pasión por la escritura y tendría tres hijos: Etel, Ariel y Néstor.

Desde entonces, Elsyster ha desarrollado una amplia y destacable trayectoria como escritora, poeta y periodista, realizando una gran cantidad de publicaciones, participando en infinidad de actividades literarias, recibiendo innumerables premios y menciones e integrando distintas instituciones.

Es coautora, directora general y adaptadora de los textos históricos del historiador Rudi Varela, en la obra poética y musical Canto a Piñeiro. Entre sus reconocimientos, se destacan la Mención especial del Instituto Cultural y Literario de California (1975); la Faja de Honor de SADE Sur, en Literatura Infantil (1984); el premio periodístico Mariano Moreno (2000), 1er, 2do. Y 3er. Premio en el Salón del Poema Ilustrado de Gente de Arte de Avellaneda.

Las Medallas al Mérito Cultural, de la Municipalidad de Avellaneda, en 1997 y de la Honorable Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires, en 2003, por mencionar algunas distinciones, de una lista interminable.

«Fui presidenta del Consejo Vecinal, trabajé muchísimo. Pero es una etapa que cumplí. Actualmente, soy presidenta en EDEA (Encuentro de Escritores de Avellaneda), Secretaria de la Comisión Permanente de Homenaje a Piñeiro y también estoy en la comisión del Centro de Comerciantes de Piñeiro, como Vice-presidenta. Me siento bien estando en las instituciones, porque puedo ayudar», resumió Sánchez Barberena.

A los 90 años, la escritora asegura que «no se quedó en el tiempo» y sigue trabajando, fiel a sus ideales y convicciones.

«Y si tengo que decir alguna cosa, la digo. No me pidan que me calle, porque no me voy a callar. Mi bisnieto sabe que un intendente es un administrador de turno y yo le enseño que tenemos un derecho democrático e irrenunciable a peticionar. Uno, individualmente, no tiene la fuerza, para eso existen las instituciones», finalizó.

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