El valor de la Educación

Escribe Roberto Díaz.

Estamos convencidos que cualquier gobierno que se precie tiene un dilema de hierro: o construye más escuelas o construye más cárceles.

Las peregrinas teorías que se lanzan, hoy en día, no tienen ningún sustento criterioso. Son dislates, alucinaciones de gente que no piensa con el cerebro sino con otras partes, menos dignas, del cuerpo.

Se justifica el asesinato callejero por una carencia social. Pero, ¡caramba! entonces estamos aceptando que no hacemos bien las cosas. Nos estamos echando tierra encima. Si para justificar la inseguridad reinante, hablamos de las carencias sociales, pues ¿quién tiene que solucionar esas carencias? ¿Algún marciano?

Es tan pobre el argumento de los que quieren salir del paso de esta maraña de atracos, de crímenes absurdos, de episodios violentos, que no hay justificativo ni lógico ni moral para aceptarlos. Aquí, hay una realidad y no es “virtual” como dicen algunos canallitas. Esta es una realidad de a puños que proviene no sólo del desmoronamiento de un país que ha perdido sus valores (desde hace mucho) sino de una curiosa (por no decir homicida) interpretación de la Ley.

Veamos (y esto va para supuestos “progresistas” que justifican el crimen por el incremento de la pobreza): en la Cuba de Fidel, si se roba se va a la cárcel (¡y qué cárcel!) y si se mata, se va al paredón. En la Rusia soviética, a los delincuentes los esperaba Siberia (¡uy, qué frío!) o, también, el paredón.

Decimos esto para explicar que la Ley es la Ley, en todos lados, más allá del régimen de gobierno que se tenga. Si no fuera así, la sociedad humana seguiría como en la época de las cavernas, donde la ley del más fuerte reinaba y la brutalidad era lo que primaba.

Los exégetas del gobierno, quieren defender lo indefendible. Si el problema es la pobreza, ¡combatámosla! Si el problema es la ignorancia ¡hagamos más escuelas, enseñemos a ser mejores personas! Pero no seamos ruines, no digamos que esto es un invento de los medios de comunicación, cuando, a diario, se entierra a alguien porque lo asesinaron absurdamente.

Nuestra opinión es que un adolescente que asesina, es irredimible. Debe purgar una condena de por vida. Y eso de que un adolescente que mata, no sabe lo que hace, es una falacia de aquí a la luna. En cualquier entorno cultural (cualquiera sea) un niño ya sabe lo que está bien y lo que no.

¿Que la droga es la causante de muchos de estos delitos aberrantes? Salgamos con todo a combatir la droga, no liberemos las fronteras como hemos hecho, no permitamos que se cocine en las villas, démosle cadena perpetua cuando pescamos a un mal policía metido en esa basura, saquemos la Ley a la calle, limpiemos a esta justicia que está plagada de bandidos.

Pero, hagamos algo. No usemos la cadena oficial para anunciar banalidades. Hagamos docencia, bajemos línea. Pongamos en marcha al país detrás de un proyecto ético. Saquemos a la Argentina de este lodazal.

robertodiaz@uol.com.ar

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