El USS Barb pasó a la historia por sus misiones de combate exitosas, aunque será recordado por una totalmente inaudita para un submarino: Atacar un tren.

 
Peleó en las costas africanas, con base en Escocia, vigiló el Atlántico para enfrentarse a los submarinos alemanes. Luego fue trasladado a Pearl Harbor en el Océano Pacífico. Allí hundió a 17 buques japoneses. En 1945 lanzó una incursión sobre China, destruyendo numerosas embarcaciones japonesas, acción por la que fue condecorado con la Medalla de Honor.

 
Pocas semanas antes de las bombas nucleares y del final de la segunda guerra, el Barb lanzó cohetes contra varias ciudades en forma efectiva. Ante la falta de barcos que cazar, el capitán descubrió en el mapa una vía férrea muy cerca de la costa. Su imaginación fue más allá y quiso no sólo volar los rieles sino un tren militar. 8 voluntarios se deslizaron en la oscuridad para esconder varias cargas de explosivos. Era la primera vez que soldados estadounidenses tocaban territorio japonés. Justo en ese momento se aproximó un tren de suministro y los soldados tuvieron que alejarse para llegar al barco entes de que se produjera la explosión. El comandante Fluckey permitió que los soldados observaran el fuego desde la cubierta. El submarino había hundido al tren.

 
Pocas personas se aventuran un poco más allá de sus misiones establecidas. Asumir ese riesgo adicional suele ser mal visto y neutralizado por casi todos los protagonistas y observadores.

 
¿Para qué arriesgarse cuando el éxito está asegurado?
Hundir el tren suele ser una visión con un componente demente quizá, no resiste la lógica o el análisis. Sin embargo, todas las pequeñas contiendas que entrañan una enorme victoria, tienen esos rasgos. Por eso son recordadas a través de la historia. Esos hombres audaces fueron un poco más allá y ahí radica el principio de un final abierto, con sabor a gloria.

claudio@claudiopenso.com