El cura que apoyó el matrimonio igualitario ofició su última misa

El sacerdote Nicolás Alessio, quien fue suspendido por el arzobispado de Córdoba por haber apoyado el matrimonio igualitario, encabezó ayer la procesión en honor a San Cayetano, ofició la última misa y confirmó que deja “la jerarquía eclesiástica porque se ha fosilizado de una manera impresionante”.

Alessio, párroco desde hace 26 años de la capilla ubicada en una humilde barriada del sudeste de la ciudad, fue sancionado por el titular de la diócesis local, monseñor Carlos Ñañez, con la prohibición de ejercer el ministerio por pronunciarse públicamente en favor del matrimonio entre personas del mismo sexo y participar de la movilización en apoyo a la ley realizada aquí en julio.

Antes de encabezar la multitudinaria procesión en honor al patrono del trabajo y el posterior oficio religioso, el cura declaró a Télam que no dejará la Iglesia: “Dejo la jerarquía porque se ha fosilizado de una manera impresionante, dejo de estar bajo la órbita del Vaticano”, enfatizó.

“Me corro absolutamente de este sistema monárquico sacral que, con Benedicto XVI, ha entrado en un invierno, un tremendo cono de sombras”, manifestó.

Alessio opinó que “el ala derecha de la jerarquía, el Opus Dei, va tomando posición, se va haciendo cargo de los obispados”.

“El sacerdocio no lo pierdo nunca, es como el bautismo, es como una identidad; yo tengo vocación para esto, estudié para esto, me consagré para esto y eso no me lo quita nadie”, refirmó a Télam.

“Dejar la jerarquía, correrse de este lugar, de ese control vertical, de ninguna manera significa perder todo lo que uno tiene, que en el fondo es para la gente y está al servicio de la comunidad”, dijo.

Así, Alessio dijo que tomará “caminos nuevos, de mayor libertad, de mayor fidelidad al evangelio porque con esta jerarquía, con esta casta sacerdotal, se ha hecho imposible seguir”.

El cura ratificó su compromiso con los sacerdotes que integran el Grupo Enrique Angelelli, con quienes seguirá bregando “por una Iglesia más popular, más identificada con los pobres, más justa, más democrática; vamos a seguir luchando incluso con el grupo de curas casados, que es ya un grupo bastante numeroso”.

Alessio consideró que “hay una crisis en la iglesia que ya es irreversible: hay una Iglesia monárquica que no va más, y hay otra Iglesia popular que va creciendo, y creo que lo hará cada vez con más fuerza”.

Tras encabezar la procesión, que con la participación de numerosas personas se desplazó por las calles de barrio Altamira, el popular sacerdote ofició una misa en la plaza ubicada cerca de la capilla que lo tuvo como párroco durante 26 años, donde los feligreses entonaron durante varios minutos el estribillo “No se va, el Nico no se va”.

Alessio respondió entonces: “No me voy siquiera de la comunidad que es fraterna, tal como la imaginó Jesús, simplemente me voy de una jerarquía que no termina de entender al pueblo y ahí no puedo estar más”.

Antes de oficiar la misa, el cura trató de trazar un paralelo con lo que le ocurrió a San Cayetano, quien “trabajó en Roma, en el Vaticano, bajo un papa que se llamó Julio II, que tomó ese nombre por Julio César, el emperador romano”.

Así “se fue desfigurando la imagen de un Pedro descalzo, caminando por terrenos polvorientos de la Galilea, Palestina, un Juan y un Santiago, que eran al estilo de Jesús”, comparó.

Alessio señaló que ese Papa “se creía Julio César, un emperador, porque en esa época se buscaba conquistar desde Roma otros países para el Estado Vaticano”.

Entonces, “al ver todo esto desde adentro, San Cayetano dijo `yo no puedo estar más en Roma ni en el Vaticano, porque quiero ser fiel a Jesús que siempre estuvo al lado de los más pobres y si algo nos enseñó es que los que dominan a los pueblos, son como los príncipes y los reyes que los aplastan con su autoridad`”.

Por eso “San Cayetano se va del Vaticano para ser más fiel al Evangelio de Jesús; se va porque él como muchos otros santos, entendieron que lo que Jesús quería era esto, un pueblo sencillo, con sabiduría, que merece vivir con toda la dignidad que Dios quiere para sus hijos: nunca un pueblo ni dominado, ni pisoteado, ni esclavizado, ni humillado por ninguna jerarquía”, concluyó.

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