Hasta no hace muchos años a ningún vecino equilibrado se le ocurriría pintar o revocar con colores estridentes los frentes de sus casas. Hablo de aquellas tonalidades que sacuden la emoción y los ojos de los transeúntes: amarillos fuertes, rojos de alta intensidad, azules vibrantes y otros similares. Tampoco los estilos arquitectónicos en vigencia no eran los mismos de hoy, pero debemos resaltar que la preferencia de los propietarios particulares va dejando de lado los tradicionales cremitas, blancos o grises.
Alguna vez dijimos el frente de nuestra casa nos representa y da la imagen de los propios gustos o preferencias, además de resaltar rasgos personales como un tributo a la exaltación de nuestros impulsos psicológicos. No cualquiera aún hoy- viste con aquellas tonalidades llamativas, golpeadoras de la percepción visual común, las fachadas de sus viviendas, porque es una exaltación de nuestra personalidad. Pero que los hay, los hay.
En estos días, en plena primavera, se agrega la presencia de la policromía natural como un ingrediente que agrega tonalidades a la propia de las casas. Es común en estos meses nos asalte la exaltación de las santaritas o las jacarandá cayendo sobre la vereda sin ningún pudor o reparo, o sobrevolando sobre nuestras cabezas, como un placer inesperado Otra vez el color poblando las retinas de los vecinos.
Por si toda esta exaltación policromática fuera poca, se van agregando las decisiones públicas del municipio que permite, o dispone, dar color y arte urbano a algunos frentes de edificios y casas particulares, como una decisión de implantar también la imagen de la creatividad y la exaltación de los colores en zonas donde las casas o galpones se mantienen grises, descuidados y tristes, como si el espacio público debiera infundir alegría y vibración multicolor.
Muchos de los habitantes de esta ciudad agradecemos tal exposición del color como una presencia social que mejora nuestros barrios e infunde optimismo a los caminantes, transeúntes y vecinos. Claro que se trata de viviendas y propiedades privadas y tales transformaciones deben ser ejecutadas con el consentimiento de sus dueños. De otro modo sería una imposición pública impensada.
Sugiero que cada de nuestros lectores descubra estos rincones públicos o estos jardines que se desbordan de las casas. Es parte de nuestra terapia diaria, como un incentivo al convencimiento que la vida está llena de mensajes de alegría, optimismo y renovación permanente.
No otra cosa es la primavera. Un fenómeno que recicla todas las expectativas de una vida mejor, como una transformación posible. Pero todos podemos ayudarla a desarrollarse en nuestros jardines, nuestras macetas, nuestros espacios interiores, sin pudores o reparos intrascendentes. Sólo por prepotencia de la necesario reciclaje de nuestro optimismo.
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