Descubrir la historia verdadera

Escribe: Marcelo Gullo.

Don Arturo Jauretche – que combatió durante toda su agitada vida intelectual y política contra la falsificación de la historia – tiene una importancia fundamental porque, como enseñara justamente don Arturo, sin el conocimiento de una historia auténtica, es imposible el conocimiento del presente y el desconocimiento de presente lleva implícita la imposibilidad de calcular el futuro. Lo de “ahora” – nunca se cansó de repetir Jauretche – no se puede resolver sin entender, previamente, “lo de antes”.

La Corriente Revisionista
Se originó en el Río de la Plata, siendo protagonizada por aquellos hombres a los que podemos denominar como “La Corriente Revisionista”. Y al hablar de esta Corriente es imprescindible mencionar a sus más destacados integrantes como lo fueron los argentinos Arturo Jauretche (1901-1974), Raúl Scalabrini Ortiz (1899-1959), José María Rosa (1906-1991), José Luis Torres (1901-1965), Arturo Sampay (1911-1977), Rodolfo Puiggrós (1906-1980), José Hernández Arregui (1913-1974), Jorge Abelardo Ramos (1921-1994), Fermín Chávez (1924-2006), los uruguayos Washington Reyes Abadie (1919-2002), Vivian Trías (1922-1980) y el más joven de todos ellos Alberto Methol Ferré (1929-2009).

La Corriente Revisionista descubre también, que el instrumento principal, a través del cual Inglaterra había logrado la subordinación ideológico-cultural de la América española y de la Argentina en particular, había consistido en la “falsificación de la historia”.

Es por ello que escribía Raúl Scalabrini Ortiz: “La historia oficial argentina es una obra de imaginación en que los hechos han sido conciente y deliberadamente deformados, falseados y concadenados, de acuerdo a un plan preconcebido que tiende a disimular la obra de intriga cumplida por la diplomacia inglesa, promotora subterránea de los principales acontecimientos ocurridos en este continente.”
“Esa historia es la mayor inhibición que pesa sobre nosotros. La reconstrucción de la historia argentina es, por eso, urgencia ineludible e impostergable.”

A sabiendas de la existencia de una verdad distinta de la “oficial”, como bien apunta Scalabrini Ortiz, en el párrafo que antecede, deviene, para aquellos hombres, en labor impostergable “descubrir” la historia verdadera, la historia que nos relegaba a sirvientes y nos ataba al destino de la potencia que, soterradamente, nos dominaba. No podían, aquellos hombres de política y pluma, dejar de encarar la tarea de establecer, sobre bases sólidas, los principios ocultos, aquellas premisas que nos llevaran a conclusiones verdaderas, alejadas de la falacia mitrista y cercana al conocimiento de nuestra realidad y de nuestros problemas reales, para que munidos de verdades, encaremos la solución de los verdaderos problemas. Era para ello, necesario, Revisar (y refutar documentos en mano), el montaje mitrista, ajeno a la verdad.

Según Arturo Jauretche, la falsificación de la historia argentina, ha perseguido como finalidad: “Impedir, a través de la desfiguración del pasado, que los argentinos poseamos la técnica, la actitud para concebir y realizar una política nacional…se ha querido que ignoremos cómo se construye una nación y cómo se dificulta su formación auténtica, para que ignoremos cómo se conduce, cómo se construye una política de fines nacionales, una política nacional…no es pués un problema de historiografía, sino de política: lo que se nos ha presentado como historia es una política de la historia en que ésta, es sólo un instrumento de planes más vastos destinados precisamente a impedir que la historia, la historia verdadera, contribuya a la formación de una conciencia histórica nacional que es la base necesaria de toda política de la nación…la política de la historia falsificada es, y fue, la política de la antinación, de la negación del ser y las posibilidades propias, es incontrastable, en cambio, que la verdad histórica es el antecedente de cualquier política que se defina como nacional, y todas tendrán que coincidir en la necesaria destrucción de la falsificación que ha impedido que nuestra política existiera como cosa propia, como creación propia, para un destino propio.”

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