Del Farol Colorado y otros burdeles

Escribe Antonio J. González.

En las primeras décadas del siglo Veinte el periódico La Verdad, que se editaba en nuestra ciudad, comenzó una campaña dura contra el funcionamiento del prostíbulo “El Farol Colorado” de la Isla Maciel que inspiró un poema de Enrique Cadícamo y lo señala como “el turbio atracadero de la gente nochera”. Por otro lado, en ese mismo año el Poder Ejecutivo de la Provincia -según señala Federico Fernández Larrain- “… retiró la personería jurídica a un llamado “Centro de Fomento de Avellaneda”, por no observancia de esos estatutos”. Ese Centro de Fomento instalado en Manuel Estévez, frente al Molino Central, era el casino de Avellaneda, regenteado por un conspicuo miembro del Partido Conservador, amigo personal del Coronel Falcón, Jefe de la Policía de Buenos Aires, y como tal figura en la placa que los amigos de Falcón colocaron en su tumba.

 

En el tramo de la calle Saavedra (hoy Ameghino) entre Estévez y Levalle, donde funcionaban los lenocinios locales, y “en Alsina y la Isla Maciel, las mujeres se exhibían prácticamente en la calle, inclusive de día” señala. Tal tipo de publicidad era atentatoria a la moral del vecindario, según ese periódico. También señala que era un “excelente refugio para toda la calaña de delincuentes que la policía bonaerense persigue sin descanso”. El Casino era regenteado por Juan Trink, miembro del partido Conservador, amigo del Cnel. Falcón, jefe de la policía provincial . Con él estaba Rabul Athala, de ascendencia árabe, “introductor de la pornografía en el puerto de Buenos Aires… y que había instalado un biógrafo pornográfico en el “Farol Colorado”. Contra este establecimiento es que se dirigían los comentarios periodísticos de la época.

 

En esa escuela célebre en los bajos fondos, siempre ha ocupado un puesto de primera fila el “Farol Colorado” y “la celebérrima Princesa Matilde y sus pupilas”. Al momento de la denuncia del periódico, en 1913, al parecer tomada de las declaraciones de una prostituta menor de edad, había en el prostíbulo más de sesenta “bailarinas”, número infinitamente superior a la cantidad de habitaciones del lupanar.

 

“Si bien el “Farol Colorado” era algo “non sancto” –dice Larrain-  en el barrio proletario de la Isla, la mojigatería estaba a la orden del día” “El prostíbulo no era lo grave, lo grave era lo que se movía en su entorno”.

 

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