Cuando venían los “apaches”…

Escribe Antonio J. González.

“Apache” era el nombre de una nación aborígen del sur de Estados Unidos y fue, durante las guerras contra el ejército estadounidense, cuando la palabrita se difundió por la prensa mundial. A tal punto insistieron con la noticia de esos caciques apaches alzados, que los hampones de París adoptaron alias como “Cochise”, “Jerónimo”, “Manuel” y de la tribu sioux, “Toro Sentado”, “Caballo Loco”, por dar algunos ejemplos. Los diarios franceses Le Matin de París y Le Journal, denominaron entonces “apaches” a los delincuentes franceses. Por estas tierras, en 1912, el periodista Juan José de Soiza Reilly publicaba en la revista Fray Mocho un artículo titulado: “Buenos Aires tenebroso. Los apaches”. “Abundan –decía Soiza Reilly- Poco a poco se van aclimatando. Lentamente introducen en nuestra ciudad sus bárbaras costumbres… Discuten, juegan, roban, pelean, asesinan, matan. Usan en el destierro el caló parisién.»

Entonces ese término calificaba a los delincuentes de Buenos Aires y alrededores. Pero un año antes, ya era aterradora la posibilidad del accionar de esos “apaches” en esta región.

En 1911 «el diario local “La Verdad” habla de “una invasión de “Apaches”, que en número considerable han llegado a nuestro país, y cuya presencia en la metrópolis ya se ha hecho notar con robos y otros delitos, donde la audacia de esos peligrosos visitantes se ha puesto de relieve”, tal lo señalado por Federico Fernández Larrain en sus notas en nuestro diario en 1988. Sigue expresando que “La Verdad” temía -y lo señalaba- que las batidas de la Policía Federal los hicieran correr a refugiarse en Avellaneda debido “a la facilidad de ubicación y de tráfico de ese elemento debido a la serie de casas “non sanctas” instaladas en la localidad”. Más adelante señala que “sabido es que la influencia del caudillo fue siempre eficaz para la vegetación de esos parásitos sociales y los comités, convertidos en garitas, fueron y son su guarida predilecta”.

Por esta razón, en la década del ‘10 surgieron varios tangos que mencionaban a esos personajes: “El apache” de Mauricio Mignot; “El apache porteño” de Luis Bernstein, de 1913; “El rey de los apaches”, de Alberto Bellomo; “Apache uruguayo” de Francisco Baldomir, en 1914; “El apache oriental” de Enrique Delfino, de 1912; “El apache rosarino” de Federico Gallo; “El apache argentino” de Celestino Reynoso Basavilbaso y su homónimo, y definitivamente el más conocido, de Manuel Aróztegui, de 1913 que tuvo mucho éxito. Más tarde, se estrenó “Apache” de Juan D’Arienzo. “El apache argentino” quedó en la historia milonguera como el tango instrumental «que habría que tocarlo con el bandoneón cubierto de laureles», según las acertadas palabras de Joaquín Gómez Bas.

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