Cuando Piñeiro era territorio de anarquistas

Escribe Antonio J. González

La historia, esa eterna memoria, es un imperturbable patrón que sin saberlo todos continuamos conscientes o sin tomar debida nota de su gravitación en nuestras vidas. Una de esas señales es la producida por el protagonismo social, cultural y sindical de aquellas familias inmigrantes que se asentaron en nuestro territorio a partir de fines del siglo 19 y comienzos del siguiente. Eran fundamentalmente españolas e italianas y con ellas entraban en acción en la creciente ciudad las ideas anarcosocialistas que venían grabadas en la piel de aquellos hombres y mujeres. Uno de los barrios donde era más notoria esa presencia activa fue Piñeiro con las iniciativas, acciones y movimientos que suscitaban en una sociedad que se iba construyendo hora a hora.

Sus huellas aún perduran en los sindicatos, las bibliotecas populares, las sociedades vecinales y otras organizaciones barriales por el estilo. Aquellos ciudadanos promovieron, formaron y alimentaron con sus concepciones la incipiente organización popular a través de aquellas instituciones. Así lo cuentan algunos cronistas de aquellas épocas. Uno de ellos fue Mumita Fernández, quien cuenta en su libro “Canto a mi barrio”: “Don Joaquín era libertario y además tenía un boliche, y todo ácrata que deambulaba por las noches de Piñeiro buscando una trinchera para el otro día hacer la revolución social, indudablemente terminaba en la esquina de Giribone y Gorriti al amparo de aquel pomposo cartel que decía: “Almacén, Café y Billares” y la polémica al rojo vivo, sombreada por la amarillenta luz a carburo, sólo admitía una pausa, cuando el preludio de una guitarra enmarcaba la figura del payador y cantor… y él era el cantor social que venía a dar testimonio avalado por los hombres de “La Mosca” que olían a ron y pitaban hebra negra. Y en ese auditorio donde Angelito y Pepe Picollo, Perla, Intartaglia, Mack Spangenberg, los Monelos, los Mariscal, los Givoje se tuteaban con Bakunin, Kropotkin y Malatesta, hablaban de huelgas, bombas, revueltas, preparaban una pintada, un picnic en el Pasatiempo o una conferencia en la Sociedad Humanidad del Porvenir y entonaban junto a la Internacional y a las milongas de protestas: el tango”.

Otro testigo fue José Intartaglio quien, en su nota publicada en el semanario Nueva Vida, nos cuenta sobre las tertulias de anarquistas en una cocina familiar: “La Cocina Roja” como llamábamos al pequeño escenario, pero grande por lo noble que encerraba y que servía para nuestras pláticas culturales… Una sola idealidad, una sola concepción del problema social y humano. Las noches se sucedían tras acaloradas discusiones sobre un tema de importancia, ya sea artístico, filosófico o científico.” Lo confirma luego en la misma publicación uno de sus integrantes, Angel Picollo: “En esa cocina humilde, cordial y franca, decorada de humo y grasa, vibró el verbo humano con temblor de volcán. Cuando toda la barriada descansaba su fatiga, en esa cocina humilde se batían las ideas como masa”.

Otro protagonista notable fue Humberto Correale –nació y vivió en Piñeiro- fundador de sindicatos y sociedades vecinales, dirigente en la Federación Obrera de la República Argentina, y concurrente a aquellas peñas que hacían sus amigos. Pero este capítulo merece una crónica aparte.

Podríamos seguir enumerando activistas, acciones y hechos que giraban, en aquellos años, alrededor de la militancia de los anarquistas en Piñeiro, a veces oscurecidos por la pátina de los años y otras por las turbias razones de los hombres. Este rincón quiso sólo refrescar este recuerdo y poner el acento en el espíritu de construcción social que animaba a aquellos vecinos y pesa hoy más que cualquier ideario o filosofía.

Allí están aquellas acciones, entidades y organismos que aún viven entre nosotros.

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