Hay suficientes testimonios y hechos que confirman la acción de los gallegos radicados en Avellaneda en los tiempos de crecimiento, formación poblacional y definiciones culturales. Instituciones, centros barriales o agrupaciones políticas y vecinales llevaron el sello que les otorgaron los inmigrantes gallegos y sus descendientes en varios ciclos históricos del país. Este proceso de integración gallega coloreaba toda la acción vecinal, comunitaria y política de la incipiente ciudad. De esta acción no quedaba descartada la actividad deportiva.
Un escritor, periodista e historiador de temáticas relacionadas con la inmigración gallega en el Río de la Plata, como lo es Manuel Suárez Suárez señala, por ejemplo, en el espacio de “La Caldera del Diablo”, un aspecto de esa integración futbolera.
“Un equipo de fútbol que festeja sus 110 años de vida en Buenos Aires es motivo de festejo porque supo mantener la actividad deportiva con viento favorable o con viento en contra –señala-. Claro que si además agregamos que el equipo se llama Independiente entonces hay que agregar que los emigrantes gallegos colaboraron estrechamente para que los “Rojos” no aflojasen nunca en su empeño ganador”.
“La entidad deportiva –continúa- nació en el más grande barrio emigrante gallego del mundo. En ningún lugar se juntaron tantos gallegos como en Avellaneda. Los gallegos sintieron que debían participar en la fundación de una entidad que fuese “independiente” porque ellos buscaban liberarse del pasado para construir su nido solidario en el Río de la Plata”.
Y señala Suárez: “La historia de los Rojos está repleta de sangre gallega. Es emocionante ver imágenes de los gaiteros dando la vuelta a la cancha. Aquellos músicos eran los hermanos Mouzo de Vimianzo que animaban los partidos para que la hinchada gritase con más ánimo cada gol que se conseguía…”
Durante muchos años a los hinchas y seguidores de la divisa roja los tildaban genéricamente de “los gallegos”, muchas veces en forma despectiva, sin reconocer que en realidad esa evidencia es más bien un medallón de autenticidad y respeto hacia la comunidad de los inmigrantes que por razones sociales o económicas se instalaron en nuestra ciudad. Tal como lo hicieron en diferente épocas los vascos, los italianos y otras nacionalidades europeas que escaparon de la miseria, la persecución política y la guerra.
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