La cirugía se practicó desde la prehistoria, siempre estuvo condicionada por dos factores: El umbral de dolor que un paciente pudiera soportar y las infecciones postoperatorias.

 
La primera operación con la anestesia de éter fue pública y se realizó el 16 de octubre de 1846 en el Hospital General de Massachusetts. Anunciaron que se realizaría una prueba con un preparado, con la asombrosa atribución de liberar del dolor a la persona operada.

 
Ese día la hora fue anotada en el registro. El doctor Warren, junto a un equipo de cirujanos y observadores, se congregó alrededor de la mesa de operaciones. A continuación se produjo una escena nunca antes vista, el paciente se situó voluntariamente sobre la mesa. La operación fue de un tumor congénito en la parte izquierda del cuello. Su nombre era Gilbert Abbott.

 
La operación fue exitosa, cuando el paciente volvió en sí, declaró que no había sufrido dolor alguno. El doctor Warren se volvió hacia los presentes y dijo: «Señores, esto no es una farsa».

 
La palabra Anestesia significa: sin percepción de los sentidos, sin sensibilidad, con pérdida de la conciencia o sin ella.
¿Cómo luchó el hombre contra el dolor físico? Antes de una intervención quirúrgica era golpeado con un garrote recubierto de paja en la cabeza para dormirlo y anestesiarlo transitoriamente.

 
A lo largo de una vida, muchas son las intervenciones inexorables que pueden ser dolorosas pero necesarias. Los hombres han apelado a todo tipo de estrategias para eludir ese momento. La postergación, la negación, los paliativos. Sin embargo, la realidad en ocasiones decide por el paciente, le asesta una anestesia a la antigua, con un garrotazo, o incluso puede intervenirlo sin anestesia. ¿Es esto cruento? Sucede para que se tenga plena percepción de los sentidos, con sensibilidad y total conciencia.
 

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