Caminar sobre las brasas

Escribe Claudio Penso, especialista en impulsar procesos de cambio y crecimiento.

Desde hace miles de años los hombres han replicado un extraordinario ritual: caminar sobre las brasas. En todas las culturas, desde los bosquimanos o los hindúes, aquellos hombres con los pies descalzos que podían caminar sobre el fuego, eran admirados por sus dotes especiales.
El mito que se ha construido alrededor de esta práctica es la capacidad de esas personas de desafiar sus propios miedos y arriesgarse a pisar las brasas, sin quemarse. ¿Qué clase de concentración o poder ostentan?
Detrás de los bastidores hay leyes que tienen más relación con la física que con lo paranormal.
Todos podemos andar sobre las brasas sin quemarnos. ¿Cuál es la explicación que nos ofrece la termodinamia?
No es lo mismo tocar un metal caliente que un trozo de madera caliente. Nos quemamos mucho antes al tocar el metal por su propiedad de conductividad térmica. Es decir, la capacidad para transmitir el calor a otros materiales, en este caso los pies.
También es necesario tener en cuenta la capacidad calorífica, o sea la cantidad de calor que necesita un determinado material para elevar su temperatura. Las brasas de carbón poseen una conductividad térmica baja. Tienen una capacidad pobre para transmitir el calor y por lo tanto tardarán en elevar la temperatura de aquello con lo que entren en contacto. Además, el 60% del cuerpo humano se compone de agua, por lo que necesita bastante calor para aumentar su temperatura.
Aunque las brasas estén a 500 °C no quemarán los pies mientras este contacto dure pocos segundos. La clave radica en el tiempo de exposición.
En ocasiones, las personas y las empresas ingresan en un período similar al de estos caminantes. Se extravía el rumbo y de pronto, todos los pasos se dan sobre el fuego. La sensación es la de un inminente naufragio y un colapso de la capacidad de resistencia.
La exposición a las crisis es una experiencia inexorable. Se deberá transitar. No hay marcha atrás ni posibilidad de escapar. Sin embargo, el único modo de salir ileso es minimizar el tiempo de exposición. Retroceder, pararse, correr, sólo tiene un epílogo seguro: el dolor y las llagas que nos impedirán continuar caminando.

 

claudio@claudiopenso.com

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