Cuando en el año 1891, Juan Vucetich redactó las instrucciones para la aplicación de las huellas dactilares como elemento de identificación de las personas, lejos estaba de imaginarse el desarrollo que la tecnología iba a darle a su descubrimiento.

Si bien las huellas dactilares ya habían sido aplicadas con anterioridad por Sir Francis Galton, científico inglés que desarrolló los trabajos previos sobre los que se basó Vucetich, fue éste quien, en 1896, con un trabajo excepcional logró clasificar las huellas digitales de acuerdo a 4 tipos característicos, en lugar de los 101 tipos vigentes hasta ese momento.

Como se ve, la identificación precisa de las personas a partir de rasgos físicos, ya lleva más de un siglo de aplicación.

Con la llegada de la tecnología, se han desarrollado lectores de huellas digitales que se pueden conectar a la computadora tanto para la creación de las imágenes del archivo de personas como para identificarlas posteriormente a partir de la captura de la huella.

Estos sistemas electrónicos de captura y comparación son versiones más modernas y veloces que la operación manual que aplicaba las autoridades hasta no hace mucho tiempo, pero sus principios de identificación y evaluación son los mismos que definió Juan Vucetich.

El reemplazo de los antiguos cartones, donde se imprimían las huellas dactilares mediante el uso de tinta, dio un avance significativo a los temas de seguridad dada la ubicuidad de la imagen patrón. Una imagen almacenada en un medio informático puede ser accedida por cualquier persona autorizada en cualquier parte del mundo.

Los avances de las investigaciones científicas permitieron descubrir algunas otras formas de identificación a partir de otras características físicas de las personas. Una de ellas es el escaneo o lectura del iris.

Este sistema se basa en el “mapa venoso” que cada persona tiene en el fondo del ojo y utiliza un escáner o lector de retina que, proyectando una luz infrarroja a través de la pupila, captura la imagen del patrón de venas. Examinando estos patrones de color únicos y comparándolos con imágenes previamente cargadas en los sistemas, se logra identificar a una persona.

Últimamente, el desarrollo de la antropometría, en conjunto con la biometría que ya se estaba aplicando, dio origen a los nuevos sistemas de reconocimiento facial. Estos sistemas se basan en la detección facial a partir del procesamiento computarizado de las imágenes digitales para determinar la ubicación y tamaño de caras humanas.

Los primeros descubrimientos se enfocaron en la detección de caras frontales Actualmente, se está trabajando en soluciones más generales que permitan detectar caras en distintos ángulos y posiciones, teniendo en cuenta variaciones en la imagen por raza, edad, tamaño o iluminación. Esto permitiría aumentar la capacidad de identificación de personas en movimiento especialmente en áreas de mucho tránsito y riesgo como aeropuertos o estaciones ferroviarias.

En el mercado informático se comercializan notebooks que identifican al usuario que está frente a ellas aplicando reconocimiento facial. Es como si usara su propia cara como contraseña para acceder a la computadora.

Pero la detección facial no sólo se puede aplicar a los temas de seguridad. Ya se está aplicando al mundo del ocio. En el mundo de la fotografía, Sony ha llevado la metodología de reconocimiento facial a sus cámaras digitales de bolsillo como una herramienta de ayuda para los fotógrafos con poca experiencia. Incluso fue un paso más adelante e incorporó a sus equipos el Smile Shooter, un detector de sonrisas que dispara la captura cuando las personas a fotografiar muestran su sonrisa.

Esto no se detiene. La idea final es que no haya que llevar el documento de identidad para identificarse. Bastará con que se lo lleve la primera vez para que ingresen las imágenes en el sistema. A partir de ahí, alguna de las características propias del cuerpo de cada uno funcionará como documento de identidad.

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