Avellaneda sin cables aéreos

Escribe Antonio J. González.

Vivimos enredados en una maraña infernal de cables aéreos que cruzan de vereda a vereda, de esquina a esquina, como una red desordenada que está en vías de crecimiento. En estos días trabajan en nuestras calles diferentes patrullas, sincronizadas, planificadas para abarcar toda el área barrial con la colocación de nuevos postes junto a otros, nuevos cables junto a otros, nuevos equipos junto a los que ya están y tenemos sobre nuestras cabezas, a metros de nuestras viviendas.

Se trata de las clásicas redes de electricidad, telefonía, televisión por cable, Internet y cuanto servicio nuevo aparezca al servicio de las modernas tecnologías de la comunicación. Es casi una invasión la que sufrimos en silencio, sorprendidos y alarmados porque este proceso invasivo parece que no tiene límites.

A este cronista sólo le surge un grito desesperado: “¡Socorro! ¡Una ciudad sin cables aéreos, por favor!”. Más temprano que tarde es necesario que tomemos conciencia de este fenómeno moderno, que no es exclusivo de nuestro país. En el continente americano se verifican las mismas extensiones enmarañadas sobre las humildes viviendas o las grandes mansiones. Pero también origina una reacción casi en cadena: “Ciudad sin cables aéreos” es lo que grita la gente y se escribe en las paredes de Chile, Santo Domingo, Pananá… y en nuestro país.

En el vecino país trasandino hay la misma conmoción, el mismo llamado de salvataje. “Basta de cables por encima de nuestras casas. Extender las líneas por vía subterránea”. Sucede así en Valdivia y Arica. En la primera, tiene el apoyo del alcalde y algunos diputados. Se está a la espera de que la Cámara Chilena de la Construcción emita un informe técnico para que la Municipalidad adopte las medidas pertinentes, pero el primer objetivo propuesto fue crear conciencia en los ciudadanos acerca del tema y unificar los petitorios a los poderes oficiales.

Mientras tanto en la ciudad de Arica ha comenzado con el mismo fervor un clamor popular por el soterramiento de los cables, es decir, enviarlos por canales bajo tierra.

En Santo Domingo y Panamá sucede algo similar. Pero también en nuestro territorio se verifican reacciones similares, como un síntoma que ya no es regional sino generalizado en los países sud y centroamericanos.

En la ciudad de Rosario existe una ordenanza municipal, desde hace dos años, en el mismo sentido. La Municipalidad informó que está casi completo el reordenamiento del tendido aéreo en el centro. Estiman que más del 70 por ciento de las líneas estaba en desuso. Luego, los trabajos se extenderán al resto de Rosario. También, de paso, se busca reducir la cartelería. Es un ejemplo a tener en cuenta, pero se trata de eliminarlos completamente.

De a poco, la maraña de cables en el cielo se despeja, dicen. Hay grandes avances en la reducción del tendido aéreo en la ciudad, principal responsable, junto a la cartelería, de la contaminación visual. En estos trabajos iniciales se ha detectado que la mayor parte de las líneas estaban en desuso.

Pero lo que se trata, en definitiva, es que las principales empresas proveedoras de servicios comiencen a ejecutar las obras indispensables para el soterramiento de los cables. Es cierto que es una obra de largo aliento, que necesita de grandes fondos financieros. Pero las mismas empresas que producen buenas ganancias con sus servicios pueden destinar las inversiones del caso, junto con el apoyo del Estado.

En nuestro caso habría que pensar en las normativas necesarias para cambiar la historia. La opinión de los vecinos se puede verificar casi sin fisuras. Sólo falta que el municipio dé el primer paso. Si es ahora, mejor. Las patrullas “levantacables” están ahora trabajando.

ajgpaloma@hotmail.com

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