Año 1900, La Negra hizo pie en Avellaneda

Escribe Antonio J. González.

 

El surgimiento fabril, el desarrollo industrial y la historia obrera tuvo como principal referencia la actividad del frigorífico La Negra. Su auge, desarrollo y decadencia marcó muchas vidas de hombres y mujeres de nuestra ciudad. Familias enteras dependían de ese acontecimiento y constituyeron. Durante décadas, sangre, vida y futuro de muchos habitantes giraban alrededor de los acontecimientos sociales y productivos que partían de los galpones de ese establecimiento. Sus orígenes se remontan al siglo XIX, cuando Gastón Sansinena, dueño de una grasería, estableció el primer frigorífico en Avellaneda. Lo empujaba la decisión de expandir su mercado adquiriendo un saladero con sus respectivos terrenos e instalaciones para destinarlo al frigorífico.

 
En 1885 la firma «La Francesa» se transformó en Compañía Sansinena de Carnes Congeladas, más conocida con el nombre empresario: Frigorífico La Negra. El crecimiento de la misma obligó a ampliar sus instalaciones y en 1890 la familia Sansinena, solicitó a la municipalidad el permiso para construir galpones de gran tamaño destinados a las cámaras frigoríficas, cuartos de máquinas y de aislación. Una década más tarde, avanzaba a la par de la afianzada industria de las carnes congeladas promovidas por capitales argentinos y británicos.

 
Su desarrollo era especial: al pie de Buenos Aires, con muelles propios, desagües simples al Riachuelo, tenía todo a su favor. Pero la primera etapa de la guerra de la carne en la industria frigorífica haría que no fuese el único frigorífico en Avellaneda, dando lugar a otras sociedades en la zona.

 
Ya para fines de los años 30, contaba con 200 sucursales en Capital Federal, Gran Buenos Aires y otras ciudades argentinas, y tenía el proyecto que en muchos lugares comenzaran a contar con una carnicería de la familia Sansinena, como una garantía comercial y productiva. A fines de 1944, comenzó la elaboración de conservas en el frigorífico Sansinena, en General Cerri. En 1944 la Segunda Guerra Mundial determinó la paralización de las operaciones, generando una crisis laboral en la región. Por eso fue alentadora la decisión de habilitar una sección para elaborar carnes conservadas para exportación.

 
Hasta aquí millares de familias del Conurbano dependían de esta fuente de producción, y su masa trabajadora iría a protagonizar páginas memorables de lucha laboral y social.
Se formaron en sus galpones y sus luchas obreras centenares de dirigentes sindicales, políticos y ciudadanos que -muchos de ellos- hicieron historia en las jornadas del 17 de Octubre de 1945 y en el desarrollo político y social de esos años.

 
Pero hoy es letra viva en nuestra ciudad. La familia de quien esto escribe estaba sostenida por el trabajo paterno en los galpones sobre la avenida Pavón. Pero ya no existen esos viejos espacios productivos. Quedan nostalgias, lágrimas y sonrisas. Sobreviven las huellas de muchas vidas.

 
La fachada original del frigorífico ha quedado como símbolo físico de esta historia, pero no basta. En esos espacios seguramente deambulan, desorientadas, laboriosas jornadas, susurros de nostalgia… Nosotros agregamos estas palabras, la memoria y el silencio…

 

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