Acerca de las rupias y los tallarines

Escribe Luis Alposta

En marzo de 1981, cuando estaba en Nueva Delhi, no dejó de llamar mi atención una palabra, para mí familiar, que allí parecía circular más de boca en boca que de mano en mano. Y esa p alabra era rupia.

Mi amigo, el médico internista Indurjit Bedi, fue quien me explicó que rupia no sólo era el nombre de la moneda que circulaba en su país, sino, también, en Pakistán, en Sri Lanka y en Nepal; y que el origen de esta palabra se encontraba en la voz rup o rupa, procedente del sánscrito, cuyo significado es plata.

Aclaro que el doctor Bedi hablaba un correcto español. Primera sorpresa.

Y aquí, fue donde me vine a preguntar cómo y por qué la rupia llegó á tener cierta circulación en Buenos Aires, donde, reemplazando a los mangos, no era infrecuente escuchar expresiones como ésta: «¡Che, Flaco! ¡Tirame unas rupias, que a fin de mes te las devuelvo!».

La segunda sorpresa (siempre en relación a las cuestiones del habla), la recibí días después durante una visita al Taj Mahal, en la ciudad de Agra.
Fue cuando le pregunté a Indurjit si en esa ciudad existía algún lugar donde se pudiese comer tallarines. Un distinguido cirujano que nos acompañaba, el Dr. Sushruta, que parecía salido de un poema de Rudyard Kipling y al que, hasta ese momento, sólo lo había escuchado hablar en hindi, con la espontaneidad de un estornudo, exclamó: – ¡Ahhh! ¡Una bella tagliarinatta!

No pude entonces dejar de decir: -¡Oia! ¡Qué bien que lo pronuncia!

La respuesta del médico hindú no se hizo esperar: -¡Maa! ¡Come non vado a pronunciare bene se la mia mamma e napoletana!

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