Victoria y derrota

El 7 de septiembre de 1812 los soldados de Napoleón combatieron contra las tropas rusas en la célebre batalla de Borodino, a 120 km de Moscú. No obstante haber triunfado, los franceses tuvieron cien mil bajas. Esa victoria fue el comienzo de una agonía. Al llegar a Moscú, la ciudad estaba incendiada y sin provisiones. Como las líneas de abastecimiento se encontraban a gran distancia, los ganadores debieron emprender la fuga. En su largo regreso, debieron enfrentarse a fantasmas letales como el frío, el hambre y el acoso de las tropas enemigas. Al arribar a Polonia, el ejército napoleónico había perdido al 90 % de sus hombres.

 
Esta derrota de Napoleón inspiró a Tolstoi a escribir «La Guerra y la Paz» y a Tchaikovsky a componer la célebre «Obertura 1812».

 
Cuando la compuso, había imaginado que sería interpretada al aire libre, frente a la catedral, con el repique de sus campanas y salvas de artillería. Pero el asesinato de Alejandro II en marzo de 1881 pospuso el estreno y la obertura se exhibió bajo techo un año después. Tchaikovski nunca quedó muy conforme, la definió como: «Fuerte y ruidosa, carente de merito artístico, porque la escribí sin calidez ni cariño».

 
Otras interpretaciones que dirigió en Europa y América incluyeron cañonazos simulados o inexactos. El célebre compositor jamás pudo escuchar la obra tal como fuera escrita, ya que eran necesarios 16 cañones para efectuar los disparos con precisión en ese tiempo.

 
La victoria y la derrota se parecen un poco. En ocasiones se presentan como una evidencia y poco después se transforman. Quizá son sólo un espejismo o la contra cara de sí mismas.

Claudio Penso
Especialista en impulsar procesos de cambio y crecimiento
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