Wilde, tradición de clubes

Investigación de Darío Silva, estudiante de Periodismo de la Universidad Nacional de Avellaneda.

Es imposible ser de Wilde y no haber entrado nunca en alguno de los veinticinco clubes del barrio. Si no está en la misma cuadra de la casa, lo tiene a la vuelta o a escasa distancia. Pocos barrios deben tener tres clubes en un radio de dos cuadras, como es el caso de la tríada formada por el Juan Bautista Alberdi, el Jorge Newbery y el Bella Vista; los tres de camiseta verde y blanca, colores tomados, según algunas versiones, de la línea 15 que pasaba hace muchísimos años por la calle Zeballos.

Si uno entra en cualquiera de los clubes de Wilde seguramente encontrará un bufet, el infaltable metegol, un pool o una mesa de ping-pong y por supuesto la canchita en el fondo coronada por un tinglado donde los sábados se disputa el torneo de pape fútbol.
Pero aunque parezcan casi lo mismo, es el espíritu de cada uno lo que los hace totalmente diferentes. La historia, los colores, los viejos personajes que juegan a las cartas y siembran las tardes de anécdotas, el olor indescifrable que brota del bufet, a veces rancio, a veces agradable. Incluso cada club tiene su propio silencio.

El nacimiento de los símbolos barriales
Muchos de los clubes fueron inaugurados en la década del treinta, años donde el controvertido caudillo Barceló era amo y señor de una Avellaneda rebosante de industrias. La nueva clase obrera descubrió que la vida no era solamente la fábrica, y que el tiempo libre valía mucho y había que disfrutarlo. Era común que un grupo de muchachos durante alguna charla de esquina decidiera crear un club como una manera de reafirmar su identidad y pertenencia al barrio. Así surgieron muchas de estas entidades sociales que luego crecieron en actividades e infraestructura, muchas hasta el día de hoy. Otras, en cambio, quedaron en el camino.

El Estrella del Sud (Belgrano 5960), siempre con poderosos equipos de futbol, fue fundado en 1933. El Bella Vista (Zeballos 5826), “el Bella” para los wildenses, y el Juventud de Wilde (Lartigau 47) nacieron en 1934. El Club Juan Bautista Alberdi (Zeballos 5652) fue inaugurado en 1928, cuando despuntaba la explosión de clubes de barrio, aunque su cancha fue techada recién en los años noventa. A la vuelta de este último se encuentra el Jorge Newbery (Bragado 5670), “el Jorge”, creado en 1935, que tuvo su cancha de paddle cuando este deporte era furor. Pasada esa moda fue reemplazada por un moderno gimnasio.

Hay que aclarar que los clubes mencionados pertenecen a la parte más antigua de Wilde, y que a medida que la población se fue extendiendo hacia el otro lado de las vías y más allá de Belgrano, aparecieron nuevas entidades sociales, algunas de fundación reciente.

Por ejemplo, la inauguración de Wilcoop (Monte y Guaminí), el club más importante de Wilde Este, data de 1960. El el club 25 de Mayo (Fabián Onsari 1270) fue creado en 1956, la Sociedad de Fomento Barrio La Carne (Rondeau 1938) en 1965. El Real Gonnet (Martinto y Campichulo), una esquina de reluciente amarillo y negro, es de 1975, el mismo año que Wilde es declarada ciudad. Al Fátima (Polonia 650), con flamante natatorio climatizado, lo inauguraron en 1984 y el Juan Cruz Varela (Varela 6019), con instalaciones en plena remodelación, fue fundado 1987. Ya entrados los noventa nace el Club social y deportivo Nuevo Sol (Méndez al 1300). La Casa de Italia (Crisólogo Larralde 5809), un centro cultural y deportivo fundado por integrantes de la comunidad italiana en 2002, es el más joven de todos.

Un ejemplo de lucha para mantener con vida una institución barrial es el Cub Social y Deportivo 12 de Octubre, en Corvalán 1147. Esta vieja institución fundada en el año 1950, recién ahora sale de una crisis que lo dejó casi en el abandono. Gracias al trabajo de los vecinos y la ayuda municipal se está reconstruyendo la cancha de futbol y otras instalaciones indispensables para un club de barrio. En poco tiempo estarán inauguradas las obras.

Un día se apagaron en silencio
Pocas personas de las que a diario pasan por Polonia 272, justo al lado de la iglesia de los Mormones, saben que ahí mismo estuvo, hace muchos años, el Unión Football Club. Fundado en 1930 por un grupo de amigos llenos de sueños, esta institución social supo vivir épocas memorables con sus bailes de carnaval y equipos de fútbol imbatibles, hasta que un día que ya nadie recuerda dejó de existir.

Las fechas de desaparición de los clubes son imprecisas, los vecinos que quedan de esas épocas tienen datos vagos, confusos, sólo se acuerdan nítidamente de los mejores momentos. Es que los clubes empiezan a morir lentamente y en silencio, hasta que un día cierran sus puertas para siempre y casi nadie lo nota. Como en la película Luna de Avellaneda, los problemas económicos y la falta de renovación de socios a medida que una generación se apaga, son las principales razones de que desaparezcan.

En Las Flores al 900, donde hoy funciona el Taller Protegido, hasta finales de los ochenta estuvo el Wilde Juniors. Los pocos vecinos actuales que conocieron esta institución ubican su momento de esplendor en los años cuarenta y cincuenta. El club fue inaugurado alrededor de los años treinta en un edificio construido en 1922 que todavía se conserva original y que en sus orígenes funcionaba como almacén.

Aunque no sea del agrado para los hinchas de Independiente y Racing, es justo mencionar que la primera institución social y deportiva de Wilde fue Boca Juniors. Es difícil de imaginarlo pero fue así. Los xeneizes no conseguían ningún terreno en el barrio de la Boca y aceptaron el ofrecimiento de un vecino de Wilde para salir del paso. Durante el año 1914 tuvo su estadio en terrenos alquilados donde actualmente se cruzan Las Flores y el Acceso Sudeste. Una placa en ese lugar recuerda el paso de la institución boquense. Al abandonar Wilde en 1915, el predio fue usado por el Wilde Football Club, inaugurado ese mismo año.

En los años siguientes aparecieron clubes que ya nadie recuerda, como el Club Atlético Nacional, el Sportivo Wilde, fundado alrededor de 1921, el Newls Old Boys de Wilde en 1927, cuya sede estaba en Mitre 6630.

El Sporting, fundado en 1925, es el único sobreviviente de aquella primera oleada. Ubicado en Mariano Moreno 6052, este club comenzó a funcionar en un pequeño chalet, pero creció de tal manera que en la actualidad se puede considerar como el más importantes tanto en cantidad socios como en instalaciones, ya que cuenta con pileta climatizada, cancha de básquet, vóley, pelota paleta, gimnasio y otras dependencias.

Según el historiador Alfonso Diz en su Historia de Wilde, existió incluso un club náutico. El Club de Regatas de Atlántida aparece en 1929 con sede social en Lartigau 584 y un amarradero en el canal de Sarandí. Sus socios se dedicaban principalmente al remo y competían en el Delta del Tigre. Otros clubes que se inauguraron en la década del treinta y dejaron de existir son el Atlanta de Wilde, en Bahia Blanca 320, el Social Coronel Brandzen, con sede en Belgrano 5931.

En 1939 fundaron el recordado Indio Football Club, donde el gran maratonista Osvaldo Suarez corrió su primera carrera durante los festejos del 25 Mayo del año 1948, quedando segundo en el podio. Este club estaba en Cadorna al 200, donde hoy se ve una peluquería y un estacionamiento. El Atlético Porvenir, inaugurado en 1934, se encontraba una cuadra más arriba. De aquellos años también es el Club Atlético Federal, Estudiantes de Wilde y Unión y Fuerza, fundado en 1933, que estaba situado frente a la Iglesia. La lista continúa.

El Fortín es el más recordado de todos, tal vez por la gran actividad social y deportiva que tuvo mientras existió hasta mediados de los años setenta. Si bien estaba ubicado justo en el límite, del lado de Domínico, la geografía y la fisonomía barrial hicieron que los vecinos lo consideraran dentro de Wilde. La esquina donde funcionó a partir de 1936, Dante Alighieri y Zeballos, en la actualidad es un baldío protegido por un paredón. Allí se disputaron apasionantes competencias de permanencia en patín, donde los competidores giraban y giraban sobre la pista durante más de un día, hasta que el cansancio dejaba sólo a uno en pie. Era el lugar elegido para festejar las bodas y por su salón desfilaron las mejores orquestas de la época.

Otro de los clubes que los más viejos recuerdan con nostalgia es el Colombófilo, que fue fundado en 1946 en Martin Fierro 120, en el mismo lugar donde hoy funciona un conocido salón de fiestas. En aquellos años allí se organizaban carreras de palomas todos los sábados y domingos. Desde su sede las aves eran llevadas en canastas hacia lugares alejados cientos de kilómetros, y de allí emprendían un largo regreso contra reloj.

Nuestro querido bufetero
Todos los clubes tienen su bufetero, la cara visible de cada institución, y en gran medida el responsable de que la gente del barrio entre y al otro día regrese. Pero el bufetero del Bella Vista es un caso aparte, porque en la actualidad cuenta con más años al frente del mostrador que cualquier otro colega de Wilde.

Nadie recuerda si existió antes que Abel otro bufetero en el Bella Vista, y si alguno lo conoció, ya no está para contarlo. Es que ya pasaron varias generaciones de niños, muchachos y viejos que vieron detrás del mostrador siempre a la misma persona sonriente.

Abel llegó al club junto a su padre hace veintinueve años para hacerse cargo del bufete y se quedó para siempre. “Cuando agarramos el bufete esto era una mugre total, hasta había ratas. Tuvimos que laburar un montón para ponerlo bien”.

En una de las mesas de fórmica blanca, un grupo de amigos mata la sed después de jugar un picadito en la canchita del club. “El fútbol siempre fue el enganche”, cuenta el bufetero y continúa, “Aparte del alquiler de la cancha se quedan tomando gaseosa o cerveza y comiendo algo, siempre te gastan” . Y Abel tiene razón, pasan los años pero la costumbre de jugar un partidito siempre está vigente. Después de las siete de la tarde es difícil conseguir cancha.

Levanta las persianas a las tres de la tarde y realiza la limpieza del salón, la cocina, los baños y la cancha. Lentamente empieza a llegar la gente hasta que en la hora pico, a eso de las siete, empieza el despacho intenso. A partir de esa hora y hasta aproximadamente las doce de la noche, los muchachos del barrio juegan el partidito para distenderse de la jornada de trabajo.

“Si pinta, bajamos la persiana y nos quedamos entre los más conocidos tomando alguna cerveza y hablando hasta bien tarde”, cuenta con total sinceridad el bufetero mas popular de Wilde. Abel es así, un imán para grandes y chicos, para todo aquel que quiera disfrutar de un momento agradable en un club de barrio.

FADI, sábados de pasión

Si hay un denominador común entre los clubes de Wilde y del resto de Avellaneda, ese es el torneo de la Federación Argentina de Deportes Infantiles (F.A.D.I), donde juegan al papi fútbol unos 7000 niños. Esta federación, que fue creada el 24 de abril de 1959, es presidida desde 2012 por Leonardo País, que también es presidente del Juventud de Wilde.

Se vive con mucha pasión en sus cinco divisionales: A,B,C,D y E (el año que viene se agrega la F). A medida que se asciende de divisional, aumenta el nivel competitivo y también la presión que ejercen sobre los niños tanto padres como entrenadores. De esta liga han salido jugadores destacados como Gustavo López, Kun Agüero, Zanetti, Perico Pérez, Gustavo Costas, Rambert y la “gata” Fernández entre otros.

En total juegan 132 clubes todos los sábados desde marzo a diciembre. Por semejante cantidad de instituciones deportivas que participan, la gente que pertenece a F.A.D.I asegura que es la liga de fútbol infantil más grande de la Argentina.

Como toda liga, también tiene sus jugadores destacados. “Pantallita”, del Cultural Juniors, es el Messi del campeonato, “Lauti” de Villa Heredia, es el arquerazo del momento y “Nacho” Cintioli, jugador del Jorge Newbery, es el Mascherano del torneo.

Wilde tiene en la A al Estrella del Sud y al Juventud de Wilde. EL Cruz Varela y Villa Gonnet están peleando para subir a la A y el Jorge está puntero en la C, ya con un pie en la siguiente categorí . Desde hace algunos años el clásico de Wilde es Jorge Newbery contra el Juventud, pero de todas formas con el correr de los años las rivalidades se renuevan.

Cada cancha tiene su particularidad. La del 25 de Mayo es tan pequeña, que las paredes de los costados están a tan solo diez centímetros de la línea, lo que obliga a realizar el lateral desde adentro de la cancha y que el referí no pueda decir ni mu. Al ser tan chica, el equipo local se hace fuerte porque conoce cada baldosa de la pista. La de Liga Vecinal es el extremo opuesto, es como un Maracaná del Fadi, incluso tiene buenas dimensiones para los partidos entre adultos.

Villa Gonnet es el único club que aún tiene canchita de tierra, una rareza en estos tiempos, y cuenta con un pequeño alambrado que protege al público de los pelotazos que suelen terminar en una cabeza o, en el peor de los casos, contra un termo.

Hasta principios de los noventa la cancha del Alberdi era un verdadero martirio para los arqueros. A causa de sus baldosas excesivamente ásperas, en cada arrojada el guardameta dejaba literalmente la piel y el alma en la cancha. Afortunadamente, después fue cubierta por una superficie sintética.

El torneo no sólo es un ámbito de contención para los niños, también tiene su cara solidaria. Cuando hace algunos años el Taller Protegido de Wilde sufrió un incendio que destruyó una parte importante de sus instalaciones, la federación realizó una fecha especial para recaudar dinero y colaborar en la reconstrucción del sector siniestrado. Recordemos que en el Taller Protegido trabajan jóvenes con distintas discapacidades intelectuales en tareas tales como la fabricación de material eléctrico y juguetes, panadería y otros oficios. Allí se capacitan para insertarse al mundo laboral.

El “fadi” continúa siendo un espacio para que los niños se inicien en el deporte y hagan sus primeros amiguitos del barrio. En las jornadas de torneo se puede disfrutar en familia y pasar una linda tarde tomando mate con otros padres mientras miran los partidos. Es muy común que aparte de los niños, se hagan amigos también los más grandes. Es por eso que el fadi es una pasión de grades y chicos.

Pasan los años pero el sentimiento es el mismo

El club suele ser el único lugar donde se mezclan varias generaciones y los más jóvenes tienen la oportunidad de escuchar las anécdotas y consejos de los más viejos. Éstos son los portadores de un conocimiento especial que no se aprende en ningún otro lado que no sea el club del barrio. Vieron jugar a Labruna, Erico y Corbatta, que por supuesto, según ellos, fueron mejores que los jugadores actuales. También conocieron a Perón, estuvieron en Plaza de Mayo en el 55, escucharon la mejor música, se colgaban del tranvía en movimiento para no pagar, pescaron ranas del otro lado las vías, fueron más piolas para chamuyar mujeres y tuvieron épicas peleas contra pibes de otros barrios.

Dentro del club vemos nítidamente el paso de los años, tenemos referencias temporales palpables. Los muros que envejecen, los parroquianos que sin aviso dejan de venir, los trofeos que juntan telarañas sobre una elevada repisa, la pelota “colgada” eternamente en la cabreada del tinglado, a la que miramos de reojo recordando el día lejano que la vimos volar y clavarse entre los fierros, o las fotos con colores desvaídos que cuelgan enmarcadas en una pared, mostrando equipos pretéritos que algún día defendieron los colores de la institución. Todo eso fueron nuestros días.

Wilde es sinónimo de club, de canchita, de potreros que ya no existen pero que supimos de ellos por nuestros padres o abuelos. Año tras año, década tras década, miles de niños wildenses han elegido un club para escaparse de la tarea escolar y jugar con los amigos hasta el anochecer, para crecer con la barrita del barrio entre cargadas, picaditos de fútbol, cerveza, pool o metegol y envejecer en largas jornadas de truco y anécdotas de la lejana niñez.

Darío Silva
darioundav@gmail.com

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