Vigencia del legado de José de San Martín
Por Irene Mercedes Aguirre.
San Martín, pintura de Guillermo Roux, año 2000
¡Cuánta falta nos haces, Tradición!
El ayer con el hoy, ahora con antes,
rumbo firme al futuro, sin temor.
SI no existiera atrás ¿qué es adelante?
Cada 17 de agosto, realizamos un ejercicio de memoria y revalorización de la epopeya sanmartiniana y del paso a la inmortalidad del General José de San Martín.
La pandemia del corona viruus nos lleva a un aislamiento y cuidado mutuo en nuestros hogares y a comunicaciones virtuales para mantener los vínculos con la sociedad circundante.
Algunos aspectos de nuestra vida actual abren una mayor comprensión del tiempo de incertidumbre y desafíos de aquella época en que vivió el Libertador y nos permiten, de manera inesperada y dolorosa, interpretar con más profundidad sus esfuerzos y logros por la libertad de los pueblos.
Retorna de nuevo la necesidad de fortalecer nuestra mente y nuestra sensibilidad para soportar la soledad, el temor, la lejanía de los seres queridos, la enfermedad y en casos extremos, la pérdida de familiares y amigos. Es lo que conocemos como resiliencia. Esa cualidad era propia del General San Martín. Forjado como militar, desde muy temprano aprendió la dura lección de la guerra en múltiples batallas con todos los dramas que las mismas implican.
Forjado en la lectura de los clásicos, en la reflexión sobre la vida, la ética, la moral , la búsqueda de la verdad, el estoicismo y , sobre todo, el control de las pasiones y las vanidades, su lenguaje era justo y preciso dando cuenta de una inteligencia indiscutible.
Le tocó al Libertador vivir en una época de profundos cambios, como ocurre en la actualidad. Se enfrentaban dos modelos de interpretar el poder, la economía, la participación de la gente, la visión del mundo de entonces. Del concepto absolutista: “El Estado soy yo” que sostenía Luis XIV , se pasó a la concepción de “Tiodo para el pueblo, pero sin el pueblo” con el Despotismo Ilustrado de los Borbones. El surgimiento del liberalismo y la noción republicana trajeron una esperanza de transformación en el Viejo Mundo y significaron un camino para el ideal de libertad de San Martín.
Nosotros también, en esta posmodernidad, debemos tomar un rumbo que requiere esfuerzo y compromiso, solidaridad y comprensión. Pero no de cualquier forma, sino sostenidos por objetivos de bien común y contención de las apetencias personales y grupales en aras del conjunto, tal como se lo propuso San Martín.
El héroe arquetípico de nuestra Patria nos insta a ser cada vez más plenamente humanos desde el corazón a la mente, desde el pensamiento convencido a las acciones coherentes en consecuencia. Sentir, pensar, decir y hacer en función de nuestras esperanzas y convicciones ¿Aceptaremos su llamado secular que nos interpela desde el pasado hacia un futuro mejor?
Irene Mercedes Aguirre