Viejo Mercado de Abasto de Avellaneda: un patrimonio de la ciudad industrial. De la teoría de la salvaguarda a la práctica de la vida cotidiana

Por: Arq. María Descole; Arq. Paula A. Tassone; Luciana Rizzi; Pablo Devita. (4° entrega)

Valor tipológico: familias de edificios
Si comparamos el viejo Mercado de Abasto de Avellaneda con otros de su tipo en otras geografías, encontraremos muchas similitudes que conforman una verdadera familia de edificios, y de allí que consideremos su valor tipológico. Un tipo arquitectónico lleva implícita la idea de serie, de conjunto de singularidades edilicias que comparten determinados atributos.

Marina Waisman (1985) expresa que se puede considerar al tipo como un “modo de organización del espacio y de prefiguración de la forma (…) referido a un concepto histórico del espacio y de la forma”. El tipo constituye entonces una unidad significante. Mientras que, para Aldo Rossi, “el tipo es la idea misma de la arquitectura; lo que está más cerca de su esencia. Y por ello, lo que, no obstante, cualquier cambio, siempre se ha impuesto al sentimiento y a la razón, como el principio de la arquitectura y de la ciudad”, o también, “el concepto de tipo se constituye como fundamento de la arquitectura”.

Mercados: familia de edificios entre Europa y América
El tipo “mercado” en la ciudad industrial tiene sus antecedentes en las ciudades europeas del Siglo XVIII. Nació en los mercados a cielo abierto en las plazas populares para pasar luego a lugares cerrados para garantizar controles sanitarios y tributarios. Uno de los grandes temas fue el ordenamiento de la circulación, tanto de mercaderías como de compradores, vendedores y vehículos. Los primeros mercados argentinos datan del Siglo XIX. El de Avellaneda se ubica alrededor de 1930 y llamativamente replica el repertorio formal neoclásico de los mercados de la ciudad de Buenos Aires del siglo anterior. Hacia esa fecha ya se habían erigido el Mercado del
Pescado y el Abasto, con una expresión formal superadora y ya había tomado entidad el movimiento neocolonial.

Sonia Berjman (1984) define como mercado al lugar público en donde se comercializan productos y en los cuales se generan una multiplicidad de actividades y relaciones sociales en donde se intercambian no solo mercaderías sino también hábitos y pautas culturales. Constituyen desde siempre en puntos de referencia significativos de la vida social de las ciudades junto a la iglesia y a la escuela. Los mercados urbanos surgieron en Europa a principios del Siglo XIX, como necesidad
para organizar la distribución de la gran cantidad de mercaderías provenientes de la producción agropecuaria, destinada al abastecimiento de la creciente población y de los excedentes de la producción manufacturera de la época. El modelo utilizado para dar respuesta tanto a “mercados de abastecimiento/consumo” como a la necesidad de acoplamiento en “depósitos y almacenes”, es el modelo de “arquitectura de la revolución industrial”, en donde el hierro y cristal son los protagonistas principales para la funcionalización de estos nuevos espacios. Al perfeccionarse las cualidades y posibilidades de estos materiales, se produjo la producción en serie y el uso repetitivo en el sistema constructivo de nuevas edificaciones como las estaciones ferroviarias, los pabellones de exposiciones, los invernaderos, etc.

Como primeros ejemplos menciona al mercado de “Covent Garden” de Londres, actualmente re funcional izado y a “Les Halles” de París (1853) de los arquitectos Baltard y Callet, quienes diseñaron un sistema pormenorizado de distribución y organización de distintos tipos de puestos y servicios a partir del encargo de Napoleón III como política de mejoramiento ambiental de Paris. La mejor descripción del impacto que produjo el nuevo mercado central de Les Halles de París, en la sociedad parisina, la realiza el famoso escritor francés Émile Zola, en su novela El vientre de París (Le Ventre de Paris) de la serie Les Rougon. El “mercado cubierto” de Paris, se constituyó
en modelo a partir de la mitad del Siglo XIX, influyendo dentro y fuera del viejo mundo, tanto por su organización técnico-administrativa, por el control sobre la comercialización de los productos como por su propuesta arquitectónica de pabellones metálicos vidriados. Para Berjman, en los mercados “el espacio interior se expresaba por medio de un lenguaje que combinaba el uso de esbeltas columnas de hierro fundido, los arcos y vigas metálicas, los lucernarios en los cruces de calles y cúspides de pabellones, pero siempre con un sentido de ritmo, repetición, subdivisión, retícula, de direccionalidad múltiple del espacio e interpenetración y filtrado del aire y de la luz”

Según el Arq. Nicolini (2014) “desde el origen de nuestras ciudades (latinoamericanas) el sitio para el mercadeo habría sido la plaza, luego se sumaron las recovas o aun los atrios de las iglesias”, característica heredada tanto de España como de los pueblos originarios. Ya entrado el S.XIX, fueron “los huecos”, los lugares periféricos de intercambio en donde llegaban y estacionaban las carretas con mercaderías.

El período de desarrollo de los Estados Nación (1880-1914) coincidieron con el crecimiento poblacional de las ciudades capitales, sumado a razones de higiene, ornato público y las posibilidades del uso masivo del hierro. Estas serían – para el Arq. Ramón Gutiérrez- las causas principales para la adopción de la nueva tipología del mercado cerrado europeo que se expandió con numerosos ejemplos y diversas soluciones en nuestros países. Como destaca el autor: el Mercado de Santiago de Chile (1872), el Central y el del Puerto de Montevideo y el antiguo Colon de Cuba.
Mientras que en nuestro país, existen varios ejemplos de interés.

Nuestro primer mercado al aire libre fue en la Plaza del Fuerte. En 1774, se autoriza la construcción de una recova para albergar puestos de venta. La obra tarda 28 años, siendo a partir de 1802 la Recova “…una galería comercial, y por sus características una arquería que (…) constataba de dos alas de once arcos de medio punto (…) techos de azotea (…) unidas ambas alas por un arco central de doble altura… Con el tiempo fue privatizada y luego expropiada para su demolición, para la ampliación de la Plaza de la Victoria el 25 de mayo de 1883.
Otros lugares abiertos fueron los ya mencionados “huecos” hasta 1862 en donde se prohibieron los mercados en las plazas por una ley nacional que las declaró como espacio de uso común, con lo cual los mercados debieron instalarse en edificios para tal efecto. Fue el modelo europeo de la generación del ´80, el que le dio vida y forma a los mercados en nuestro país. Para Nicolini (2014) el tipo de mercado más tradicional que se construyó en ese tiempo fue el de un amplio recinto definido por una construcción en el perímetro que podía incluir una recova interior continua, como el Mercado del Centro en Buenos Aires o el Mercado del Algarrobo de Tucumán. Otra tipología, fue cubrir el espacio con una estructura metálica y cerramientos vidriados como el Mercado del Plata de 1856 que construyó Carlos E. Pellegrini, el Mercado Municipal de Resistencia o el Mercado Buenos Aires de La Plata proyectado por Francisco Seguí.

La mayor obra de arquitectura de este tipo surge después de la demolición del Mercado Modelo de los hermanos Devoto, quienes le propusieron a la Municipalidad edificar un Mercado Central de Abasto al por mayor, en el cual se pudiese concentrar toda la mercadería que consumiese diariamente la población porteña. Las obras comenzaron en 1890 y se inauguraron tres años después. Con el criterio del modelo francés en el interior se dispuso una serie de calles cubiertas con estructura de hierro y cerramientos de vidrios. La estructura se resolvió con materiales de hierro de producción nacional que se encargó a los Talleres Vasena. Y la cubierta se realizó con
techos a dos aguas de niveles y luces diferentes. Tal como vemos en la foto posterior a 1893.

 

Es así que las primeras tipologías de Mercados en Europa y América latina fueron grandes superficies con una buena circulación para personas, mercaderías y vehículos con grandes techos de estructura metálica, algunas de ellas muy artísticas, y una iluminación superior con grandes paños vidriados. De manera que podemos decir que el viejo Mercado de Abasto de Avellaneda forma parte de esta familia e edificios, y de allí surge su valor tipológico.

(continuará el próximo martes)

 

Por: Arq. María Descole; Arq. Paula A. Tassone; Luciana Rizzi; Pablo Devita.

Artículo basado en la ponencia “Viejo Mercado de Abasto de Avellaneda y su re funcionalización para usos culturales y educativos”, presentada en las Primeras Jornadas de Patrimonio Cultural Universitario de la Universidad Nacional de Córdoba realizadas del 11 al 12 de agosto de 2016.
 

noticias relacionadas