Vargas Llosa aseguró que “los libros son el mejor antídoto contra la intolerancia”

El Premio Nobel de Literatura peruano Mario Vargas Llosa sostuvo hoy en la Feria del Libro que tiene lugar en esta capital, que los libros son el mejor antídoto contra la intolerancia, el racismo y el fanatismo que se enseñorea en el mundo contemporáneo.

En una clase magistral, frente a un auditorio colmado, y después de una serie de cruces con intelectuales argentinos, el autor de “Conversación en la Catedral”, dijo sentirse honrado por la invitación a inaugurar la 37 versión del evento.

“Agradezco a los organizadores de la Feria del Libro de Buenos Aires honrarme con la invitación a ocupar esta tribuna el día de la inauguración. He tenido ya ocasión de participar en ella hace algunos años y me alegra saber que ha ido creciendo y atrayendo cada vez a más editores, libreros y lectores hasta convertirse en una de las ferias de libro más importante mes en todo el ámbito de nuestra lengua”, expresó el último Nobel de Literatura.

Vargas Llosa, de inmediato, recordó lo que para él representa la capital argentina: “Desde la primera vez que pisé Buenos Aires, hace de esto cerca de medio siglo, advertí que esta ciudad y los libros tenían una afinidad recóndita, comparable a la que sólo había advertido antes en París, y que, al igual que esta última, Buenos Aires era una ciudad de librerías -modernas y anticuarias-, de cafés literarios, de escribidores y lectores, donde todo letraherido se sentía inmediatamente en su casa”, dijo.

El recuerdo de Borges se impuso, inevitable: “No es por eso nada raro que uno de los más grandes creadores de nuestro tiempo, Jorge Luis Borges, fuera un porteño y que se pueda decir de su extraordinaria obra que toda ella es como la exhalación imaginaria emanada de una biblioteca, institución en la que Borges, recordemos, en uno de sus más bellos textos, materializó el Paraíso”.

El escritor acentuó su idea del libro como instrumento de civilización y de crítica, y exaltó al valor de la diversidad, el disenso y la diferencia que existen pero jamás anulan la identidad de la especie humana.

Los libros, precisó, son “manuscritos, impresos y, ahora, digitales, representan la diversidad humana (mientras no sean expurgados, claro está). A condición de que puedan participar en ella sin discriminación, cortes, sin censura, los libros de una Feria del Libro son, en pequeño formato, la humanidad viviente, con lo mejor y lo peor que ella tiene”.

“Sus creencias, sus fantasías, sus conocimientos, sus sueños, sus amores y sus odios, sus prejuicios, sus pequeñeces y grandezas.

Ningún espejo retrata mejor a esa colectividad de hombres y mujeres que conforman las diversas tradiciones, culturas, etnias, lenguajes, mitos, costumbres, modos y modas del fenómeno humano”.

“Esa extraordinaria variedad desaparece cuando, abandonando la superficie, gracias a los libros nos sumergimos en lo profundo hasta llegar a aquellas raíces o denominadores comunes de la especie, pues allí descubrimos lo que hay de solidario y semejante por debajo de aquella frondosa variedad: una condición, unos sentimientos, unos anhelos, unas alegrías y unos miedos que establecen una identidad recóndita sobre las diferencias y distancias que la historia ha ido forjando entre razas, pueblos y culturas a lo largo de los siglos”, enumeró.

Es esa la razón, para el peruano, de que los libros sean `peligrosos´ y hayan sido censurados, prohibidos, mutilados y los escritores perseguidos.

“Los libros nos ayudan a derrotar los prejuicios racistas, étnicos, religiosos e ideológicos entre los pueblos y las personas y a descubrir que, por encima o por debajo de las fronteras regionales y nacionales, somos iguales en el fondo, que los `otros´ somos en verdad `nosotros` mismos”, dijo, lo que le ganó un largo aplauso.

“No es sorprendente, por ello, que los libros hayan despertado, a lo largo de la historia, la desconfianza, el recelo y el temor de los enemigos de la libertad, de quienes se creen dueños de las verdades absolutas, de todos los dogmáticos y fanáticos que han sembrado de odio y violencia zigzagueante el curso de la civilización”.

Finalmente, reconoció su deuda intelectual con nuestro país: “Como innumerables jóvenes latinoamericanos de mi generación puedo decir por eso que debo buena parte de mi formación literaria a esa pasión por los libros que anida en el corazón de la cultura argentina”.

El escritor recibió una carta de la titular de las Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, solicitando su colaboración para que intermediara por la censura que sufrió esa agrupación por parte de un canal argentino.

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