Una historia que apasiona

Escribe Roberto Díaz

Elena Irene Gardés es una mujer culta, cordial, con un proverbial don de gente. La conocí a Irene y nos hicimos buenos amigos. Ella dice ser sobrina nieta de Carlos Gardel y esto, por sí solo, la hace una persona interesante.

Esta amiga tiene algo que contar y es la historia de su familia. Cuando uno la escucha o lee su libro “Carlos Gardel y la raíz de mi genealogía” llega a la conclusión que el misterio de los orígenes de Gardel no lo ha sido tanto. Basta con enterarse de lo que tiene Elena Irene para contarnos.

Hace unos años (no muchos) ella editó este libro por Ediciones Corregidor y de un modo simple, sencillo, va desbrozando aquellos aspectos oscuros que hacen a la historia de la familia Gardés. Cabe consignar que Elena Irene tuvo el cuidado de ir a sus orígenes y documentarse.

Yo le creo a mi amiga. Su historia es coherente y sólo prejuicios arraigados y, tal vez, intereses de muchos que quieren seguir usufructuando con el misterio del “Zorzal Criollo” desvirtúan u ocultan esta historia. R.D.

Capítulo VI: La triste historia de Berta Gardés

“En la larga convivencia de Berthe junto a sus primos, un sentimiento de amor profundo, recíproco y secreto, nació entre ella y José, no obstante ser él un poco menor que ella. En el corazón de ambos anidó la llama del amor, que fue creciendo hasta llegar a ser un inolvidable, apasionado e incontrolable fuego, que ardió y dejó huellas indelebles que perduran hasta el día de hoy.

Por ese entonces, José había ingresado a la vida monástica, seguramente alentado por su madre Lucía Gregoire de Gardés y su tío Charles, sacerdote que, según algunos testimonios no documentados, llegó a ser obispo en Nueva York.

A pesar de los votos de castidad, a los que José estaba sujeto, le resultaba imposible contener los deseos e impulsos de su corazón que hacían bullir la sangre en sus venas por causa del amor correspondido de su amada Berthe, y cuyas consecuencias fueron evidentes a los ojos de sus tíos –mis bisabuelos Luis y Lucía-. En aquella época, hace 105 años, las costumbres de vida eran muy rígidas con respecto a la moral y normas de conducta.

Berthe esperaba un hijo, y ante la vergüenza que ello implicaba para la familia Gardés, la crítica y los prejuicios de los vecinos de esa pequeña aldea, hicieron que la excluyeran del grupo familiar, considerándola indigna de seguir perteneciendo a la familia y llevar el mismo apellido. La cruz de Berthe fue muy pesada; aquel fuego de amor apasionado le costó apagarlo con lágrimas durante toda su vida, pero sobrellevó a esta carga con la fuerza que Dios le da a cada madre, la del amor y el perdón divinos.

Al escribir este pasaje, aún hoy me duelen en el corazón, el desprecio y la humillación que sufrió Berthe a causa del carácter colérico, dominante e inflexible de mi bisabuela Lucía Gregoire.

Desarraigada del seno familiar, la joven abandonó la aldea de Saint Geniez d´Olt para trasladarse a Toulouse.

Para su amado José, el castigo no fue menor: el Superior de la Orden a la que pertenecía, lo envió en reclusión a Asia y posteriormente a Africa, para purgar su falta.

Ante esta situación, mi bisabuela Lucía decidió abandonar Saint Geniez d´Olt y luego emigrar hacia la Argentina, llevándose a sus hijos, excepto a Eduardo –mi abuelo- y a José, el culpable de lo sucedido. Esta decisión de cruzar el Atlántico, que también tomaron otros paisanos del lugar, no había sido motivada por la ambición, sino por la vergüenza y humillación que sentían; según mi bisabuela, era una mancha en el apellido que sólo la distancia podía ocultar.

Así fue que emprendieron su viaje a fines de diciembre de 1890. Este testimonio fue preservado en la memoria de mis antepasados hasta hoy.”

Elena Irene Gardés

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