Un jueves por la tarde en el Coro del Círculo Friulano de Avellaneda

Cantan canciones en friulano y en italiano, obras religiosas y clásicas, ritmos folklóricos argentinos o latinoamericanos, algún tango, algún bolero. Los encuentros son en Avda. Mitre 2054.

Es un jueves cualquiera, a las seis de la tarde. Algunas personas van llegando al amplio salón. Acomodan sillas en semicírculo, y ponen en el centro el viejo piano vertical. Vienen de distintos lugares: Avellaneda, Wilde, Quilmes, Hudson, Banfield, Bernal, Remedios de Escalada. Cada uno que llega saluda a los demás con la alegría del reencuentro y la expectativa de lo que harán juntos.

Poco a poco se van llenando las sillas; son quince, veinte, veinticinco. En cierto momento, llega alguno que viene de lejos; con él viene un hombre joven, robusto, canoso, que también saluda cordialmente a todos. Después de unos minutos, se sienta ante el piano, toca unos acordes, y el trabajo comienza.

Es uno de los ensayos semanales del Coro del Círculo Friulano de Avellaneda. Durante dos horas y media trabajarán siguiendo las indicaciones de su director, Osvaldo Maciel. Sopranos, contraltos, tenores y bajos, después de vocalizar un rato para calentar las cuerdas vocales, van repitiendo trozos de distintas obras. A veces canta una sola cuerda, después se suman dos, tres, o las cuatro. El maestro corrige, indica, bromea, estimula… sobre todo, canta. Canta la parte de las sopranos, y a continuación la de los bajos, o de las otras cuerdas. Bajo su guía, veinticinco personas –la mayoría adultos mayores–, en general sin conocimientos musicales, logran armonizar sus voces como una orquesta bajo la batuta de su director.

Cantan canciones en friulano y en italiano, obras religiosas y clásicas, ritmos folklóricos argentinos o latinoamericanos, algún tango, algún bolero. A veces, una obra lleva meses o años en ensayo; otras, en poco tiempo están listas para cantar en público. Porque ese es el objetivo final del trabajo del coro: mostrar el resultado de su tarea semanal. A lo largo del año, varias veces el coro se presenta en público, en iglesias, teatros, centros de colectividades, instituciones, unas veces solo, otras en encuentros corales, con otras agrupaciones que también muestran el fruto de su trabajo. Una o dos veces por año el coro viaja algún fin de semana; en los últimos años, a Bariloche, Puerto Madryn, Mar del Plata, Chajarí, Baradero, Chivilcoy, Zárate, Azul, Tandil, Olavarría; un poco más lejos, a Santa María (Brasil), en 1998 a Italia…

Los coreutas disfrutan cuando pueden mostrar el resultado de su trabajo, pero en realidad el mayor goce está precisamente en los ensayos semanales. Son los «entusiastas anónimos» (como los llamaba un programa radial), que suman sus voces para lograr la obra musical que su director les propone, y encuentran placer en ese trabajo lento, minucioso y perseverante en el que nadie se destaca porque todos aportan lo que tienen. Muchos llevan su entusiasmo al punto de pertenecer simultáneamente a más de un coro, a veces a dos, tres o cuatro.

Quizás no se conozca bien la cantidad de coros que hay en la Argentina, pero son muchos. En cada ciudad, en cada pueblo, en cada barrio, hay por lo menos un coro: de una iglesia, de un club, de un centro de jubilados, de una universidad, de una colectividad. Son miles y miles de personas que se dedican con entusiasmo a la música a través de uno de los instrumentos más nobles: la voz humana.

Quienes quieran sumarse al Coro del Círculo Friulano, pueden presentarse cualquier jueves, a las 18, en Avda. Mitre 2054. En un salón del fondo encontrarán al coro, que a esa hora se prepara para comenzar el trabajo semanal.
C. G.

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