«Un hurón en las calles»

El pasado viernes, 7 de mayo, en el salón de la Editorial Dunken se presentó “Un hurón en las calles” (los casos de “El Gordo”) de Roberto Díaz.

Un panel integrado por Eduardo Marino, Rubén Derlis y Oscar Agosti, fueron los encargados de hablar sobre la novela mientras Daniel Alberto Samprosqui leía un capítulo de la misma.

Carlos Varela y Reynaldo Martín ilustraron con tangos la velada.

Transcribimos, aquí, lo que dijo Oscar Agosti y fragmentos del comentario que la periodista Haydee Breslav publicó en el periódico “Tras Cartón”.

Dijo Oscar Agosti:
“Aclaro. El Gordo es ficción, pura ficción. Este detective de 130 kilos pasa, de la imaginación del autor a transformarse en la realidad que el lector, irremediablemente le imprime.

Repito: el lector hace real al personaje, no le queda otra porque se instaló a su lado. Sus correrías y aventuras -ese “Thriller”- lo seguiremos con específica atención, sin aburrirnos ni una coma, en las 162 páginas de la novela.

Para reír, para compadecer, reflexionar y no sé si perdonar. Ese perdón o no de los caóticos hechos de este hombre, quedará en el juicio que cada lector le conceda. Lo que no está en duda, a pesar del asombro que sentiría el mismo personaje, es que nos solidarizamos o nos hermanamos a esa convulsionada humanidad.
Seis capítulos y un Final: “El Gordo en el lazo”, “Filantropía francesa”, “Al pie de la locura” (conmovedor, inolvidable), “La muerte no quiere mariposas”, “Un hospital en las afueras”, “Romance entre un hombre y un caballo” y el “Final”.

Destreza narrativa de alguien que tiene mucho oficio, exponen las peripecias de una turbulenta vida en un Buenos Aires atemporal y siempre presente. Roberto Díaz es poeta y se nota cuando se introduce en el alma de este personaje, contradictorio, antagónico, explosivo, singular.”

Dijo Haydee Breslav
(fragmento de su comentario):
“El reconocido poeta Roberto Díaz aborda, con solvencia, el policial negro y con el realismo propio del género los casos de un voluminoso y violento antihéroe, quien en la Buenos Aires del tercer milenio se enfrenta y alterna con exponentes de las distintas formas que asume la decadencia económica y social.

Saludamos su incorporación a la lista de prestigiosos nombres (Poe, Cecil Day Lewis, Phillpotts, Borges y hasta Francisco García Jiménez) todos poetas que abordaron el género.

La elección del protagonista constituye, precisamente, uno de los mayores aciertos del autor, porque, en una ciudad y en un tiempo que rinden semejante culto a la imagen ¿quién podría encarar mejor a un antihéroe que un gordo? No se trata de un gordo digno y majestuoso como Nero Wolfe o Gideón Fell; a este gordo que fatiga las calles de Buenos Aires, la gordura no sólo lo atormenta sino que se le ha hecho antonomástica: no se sabe cuál es su nombre, todos lo conocen como el Gordo. Y a diferencia de aquellos arquetipos del policial clásico, no es culto ni erudito ni capaz de brillantes deducciones; tampoco ostenta el sofisticado escepticismo ni el discernimiento de los primeros antihéroes; “no era un tipo para sacar sesudas reflexiones sobre los meandros de la existencia” –expresa el autor.

Sabe moverse en el submundo porteño; “no era profundo, pero tenía calle” y allí despliega sus peculiares métodos de investigación: husmear, indagar, recurrir a batidores, engañar, sobornar y apretar. “No le importaba mucho vivir o morir, como tampoco le importaba mucho si debía matar para cumplir con su trabajo”. Entonces, tortura y mata.

Sin embargo, no puede salir de perdedor. Habrá que achacarlo a sus contradicciones, que lo llevan a rescatar gatos y muchachas, a hacerse cargo de una agobiante tragedia familiar o a callar la verdad en una extraña historia de amor y abnegación, a nuestro juicio la mejor del libro. O acaso el obstáculo está en su propia naturaleza que, poco afecta a reflexionar, lo aparta de la prudencia. “(El Coronel) lo observó larga y fríamente. El Gordo conocía esa mirada y tuvo miedo. –Sabés que no me gusta que me pasen. Y aquí te cortaste solo”.

…A través de estas animadas aventuras detectivescas, su autor nos transmite una visión de la Buenos Aires actual, que resulta terrible en su lucidez; esa clase de lucidez que está en el germen de las grandes transformaciones y sin duda ha ordenado el final, imprevisto y dramático, pero rigurosamente lógico –y a nuestro juicio, el único posible- que hace de este thriller un texto acabado y simétrico.”

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