Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

«Un corazón y una mirada universal»

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Juan 25, 31-46 (ciclo A).

frassia

 

Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: ‘Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver’. Los justos le responderán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?’. Y el Rey les responderá: ‘Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo’.

 

Luego dirá a los de su izquierda: ‘Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron’. Estos, a su vez, le preguntarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?’. Y él les responderá: ‘Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo’. Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna».

 

«Un corazón y una mirada universal»
Dios, siendo Dios, siendo totalmente trascendente, se identifica, se une y está presente en cada uno de nuestros hermanos. Sabemos que la persona ha sido creada a imagen y semejanza de Dios, y que todos tenemos ese sello inconfundible, inolvidable e intransferible. Sabemos también que la vida la hemos recibido por el amor de Dios y por el amor de nuestros padres. Y sabemos que, por identificación y participación, cada uno participa de la bondad de Dios, de lo inconmensurable  que es Dios. Por eso aquella afirmación del Beato Pablo VI – «todo hombre es mi hermano»- nos lleva a saber relacionarnos con todos nuestros hermanos.

 

Claro que de una manera física sería imposible, no podemos abarcar a todos, nuestra condición humana nos limita en el tiempo, en la historia, en la cultura y en el espacio, pero debemos tener un corazón y una mirada universal, atendiendo a los que están más cercanos a nosotros, aquellos próximos, nuestros prójimos. Así, cada uno tendrá que hacer su obra y reconocerla.

 

Pidamos al Señor tener mucha fe, mucho amor, pero también responder con obras porque, a veces, a las palabras se las lleva el viento, las promesas no se cumplen, pero la vida y la existencia tienen que estar comprometidas en el tejido social, en el tejido del bien común y concretamente en cómo tratamos a nuestros hermanos. «¡Vengan, benditos de mi Padre, porque estuve enfermo, tuve hambre, esture preso, y me atendieron!» Que cada uno de nosotros sea capaz de responder al Señor, respondiendo a las necesidades de nuestros hermanos.

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