El sueño trunco de Diego Lamagna

Carta de lectores de Walter Rodríguez, en homenaje al  Joven asesinado el 20 de diciembre de 2001.

-Ese es el momento en que se levanta y se va. El ve a los caballos de la infantería atropellando a las Madres de Plaza de Mayo y me dice “Mirá lo que están haciendo”. Se puso la gorrita que tiene en esa foto (que se la quedó la cana)  y se fue. Me dijo “A la noche vuelvo” y no vino más. Dice María, mamá de Diego Lamagna asesinado el 20 de diciembre de 2001 por la represión policial desatada por el gobierno de De la Rua.

 

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María tiene 73 años, es bajita, tiene pelo cortito rubio y por su simpatía y buen ánimo nadie pensaría que tuvo una vida tan dura como la que le toco. Vive en un pequeño departamento sobre Av. Belgrano, a dos cuadras de la casa donde vivió con Diego en la calle Acha al 300. El departamento es típico de la nueva forma de construcción impuesta por el mercado inmobiliario: bajo costo, paredes de papel y altos alquileres para quienes no accedan a una propiedad.

 

Al entrar un canario chilla –Mirá como te hace fiesta- dice María, pero creo que el pájaro se alertó más por la presencia de un intruso en una casa poco acostumbrada a recibir visitas que por la alegría de verme. Entre las pocas cosas que hay en la casa, además de una mesa y un televisor, se destacan una gran cantidad de portarretratos, en su mayoría fotos de Diego montando su bicicleta, pero también de su hija Lorena.

 

Lorena era la hermana menor de los tres (la mayor se llama Karina) y fue asesinada a puñaladas en el verano de 2001 por su marido en un hecho de violencia de género, cuando la problemática no era enfocada desde ese ángulo por la sociedad argentina. Fue catalogado como homicidio y no hubo condena efectiva.

-Sucedió en el verano de 2001- cuenta María – La velamos con un ojo en compota, ella no quiso hacer la denuncia para que no le pegaran. Eso fue un viernes, el lunes la mató, en nueve meses me matan dos hijos. Pero es una prueba que tengo que aguantar, aunque mi cuerpo lo recibió, tuve cáncer de mama, pero lo vencí. Todavía no me puedo morir, falta lo de Diego.

 

-¿Como era Diego?- le pregunto.

– Era flaco y alto- contesta desde su percepción de mujer bajita, ya que no lo era tanto.-Tenía manos grandes como su papá, pelo largo (aunque sobre el final de su vida se lo había cortado). Le gustaban los Ramones y los grupos pesados de EE.UU., pero su vida era la bicicleta.­-

Diego estaba entre los cinco mejores ciclistas de Freestyle (estilo libre) del país. De chico le gustaba la música y por un tiempo tuvo su banda de Rock, pero la bici lo ganó. Consiguió  sponsors y viajó por Córdoba, Misiones,  Mar del Plata, Punta del Este dando exhibiciones y vislumbraba su sueño de competir en California.

 

-De chico era muy cariñoso- continúa María –pero de grande tenía que correrlo para que me abrace, se la pasaba con sus amigos y más aún con la bici. La pintaba, la armaba y desarmaba para volverla a pintar. Igualmente estaba muy pendiente de mí, de que cobrara.

 

-¿Cómo transitaron económicamente los 90´?-

-Mal, vivíamos con $ 180 al mes y cuando Diego murió quedé en la vía. Llamaba de Córdoba para ver si había cobrado la pensión, por eso se vino y eso me hace sentir culpable-.

 

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Diego tenía 27 años en 2001, trabajaba en una panadería a media cuadra de su casa, aunque su sueño andaba sobre dos ruedas. Vairo y Roll77 habían comenzado a sponsorearlo, pero no le alcanzaba para salir de su situación y menos para vivir de la bicicleta

Fue tapa de Biciclub y hasta participó en el programa de Susana Giménez con una exhibición.

 

– Era un pibe normal, trabajaba de lo que podía ya que en esa época era muy difícil- dice Rubén, amigo y compañero del secundario.

Y continúa –Es una familia trágica al estilo Kennedy, su padre murió cuando era chico, su mamá sufrió dos A.C.V.  y después tuvo cáncer. Ese mismo año perdió a su hermana menor, pero seguía con su sueño de viajar a competir a EE.UU.-

 

Rubén cuenta un dato particular de su personalidad :

-Recuerdo algo contradictorio en él, era muy influenciable en algunas cosas pero también terco para otras y cuando se le ponía algo en la cabeza lo hacía aunque todos le dijeran que no. Pasó algo así con sus tatuajes, él fue el primero en tatuarse todo el brazo, como se usa ahora-.

 

Nano (por enano) como llamaban sus amigos a Diego, aunque su mamá se enoje, vivía desde los tres años en Sarandí. Avellaneda tiene ocho localidades, Sarandí es la que se encuentra en el centro geográfico del partido. Es cruzada de norte a sur por la Av, Mitre quedando hacia el este la parte de la costa y el río y hacia el oeste la parte más constituida del barrio. A su vez esta zona oeste tiene tres divisiones visibles tanto en lo urbanístico como en lo social (aunque los contrastes no son extremos).

 

Una primera zona es la que se encuentra entre Av. Mitre y Av. Belgrano. En este cinturón de tres cuadras  de casas altas en su mayoría viven pequeños y medianos comerciantes y profesionales (hijos de obreros con estudios).

 

El segundo cinturón se ubica entre Av. Belgrano y Crisólogo Larralde. Allí la mayoría de las casas son de una planta (aunque  vaya perdiendo esa fisonomía) y viven trabajadores que supieron tener buenas épocas y aspiraciones de progreso. Esta zona es la que más visiblemente cae ante una crisis y la que más rápido se recupera en momentos de expansión económica, Hay también algunos pequeños talleres y galpones, pero es básicamente residencial. Aquí vivía Diego.

 

La tercera Zona que abarca desde Crisólogo Larralde hasta Camino Gral. Belgrano (límite con Lanús) ya es más fabril, hay grandes empresas de tres o cuatro manzanas y cuatro o cinco casas por cuadra. Quienes viven allí son, en muchos casos, trabajadores precarizados y las casas son también más humildes

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A su vez la localidad es atravesada de oeste a este por el arroyo de los Sarandíes que desemboca en el Río de la Plata. Sobre la vera del arroyo se asentaron las industrias típicas de la zona. Primero los saladeros que producían charqui, grasa para velas y aceite para luminaria, luego fueron las curtiembres y la industria del cuero.

 

Durante la década del noventa todo se puso gris, triste, muerto. En Avellaneda, polo industrial por excelencia, se cerraron 77.000 fábricas y comercios, en su mayoría PYMES y comercios, los cuales generaban la mayor cantidad de empleo de la Argentina.

 

Según un estudio realizado por el C.E.P.E.D. ( Centro de Estudios para el Empleo y el Desarrollo) perteneciente a la Facultad de Ciencias Económicas de la U.B.A., a cargo de Alberto Muller y Alejandro Lavope en el año 2006, la desocupación trepó hacia el final de los noventa, entre 16 y 18% puntos, aunque con un porcentaje mayor entre la juventud.

 

 

Rápidamente las condiciones de los jóvenes se deterioraron, los pibes que se tenían que incorporar al trabajo no podían hacerlo, quedando varados en las calles. Todas las esquinas del barrio estaban pobladas por muchachos dedicados a pasar el tiempo de variadas formas, aunque ninguna productiva para sí mismos.

 

Diego no escapó a esto, las dársenas donde los camiones estacionaban para cargar los cueros y sus rampas fueron improvisados circuitos en los cuales demostraba la magia de su Freestyle.

Todos parecían divertirse, nadie notaba el deterioro social y económico que les iba a estallar en la cara llevándose la vida del “Nano”.

 

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Sentado en la mesa junto a su mamá Diego observa por TV como son atropelladas las Madres por la montada de la Federal. Eran épocas de represión de la protesta social, pero esto era dantesco, ver a esas viejitas siendo topadas por caballos era motivo de indignación para muchos jóvenes descreídos de todo, pero que veían a las Madres con respeto y admiración. Puede decirse que ellas fueron ejemplo y un poco la reserva moral en un país lleno de inmorales.

 

-Él pensaba que todos eran una mierda, para no votar se iba a Córdoba y tenía un solo sello en el documento- recuerda María. –De todas formas era muy solidario con sus amigos y con quien lo necesitara. Pero no estaba en ningún partido político, aunque digan que lo mandó Duhalde (por los saqueos que le atribuyen al ex presidente interino), el no andaba en nada-

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Pero las Madres le generaban admiración así que se puso su gorrita negra y salió

-A la noche vuelvo!- le dijo a su mamá

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En la esquina de su casa se toma el colectivo 24, que tenía un intrincado recorrido llegando al centro: va por Perú, sube por Belgrano, baja por Diagonal Sur hasta Plaza de Mayo para retomar Av. De Mayo hasta 9 de Julio. Todas las calles estaban cortadas por lo que Diego debió bajarse con anticipación.

 

Mientras tanto sobre Av. De Mayo se daba uno de los más duros enfrentamientos. Los motoqueros, convertidos en el séptimo de caballería, avanzan contra la policía haciéndolos retroceder. Un testigo lo describe a la inversa –era un juego perverso donde la policía dejaba venir a los manifestantes para volverlos a reprimir-.

 

Y no era extraño, los métodos de la dictadura estuvieron muy presentes en las instituciones policiales de los noventa, había aún, por una cuestión generacional e ideológica una continuidad de su accionar.

El rechazo al estado de sitio que desencadenó la reacción masiva del pueblo podría interpretarse como un hartazgo a los métodos dictatoriales y la política económica (varios autores de las ciencias sociales señalan, en un sentido amplio, el fin de la dictadura en diciembre de 2001).

 

Las motos policiales circulaban con un acompañante armado de una escopeta ITAKA y disparando a mansalva, los coches sin identificación hacían fuego sobre los manifestantes y, según testigos, desde el HSBC policías disparaban hacia la concentración produciendo varias de las muertes en el lugar.

Los edificios de estilo francés producto del progreso y la racionalidad del capitalismo de fines de siglo XIX observan impávidos las consecuencias de la irracionalidad del capitalismo de fines de siglo XX y comienzos del XXI.

 

Diego llega al lugar, Av. De Mayo y Tacuarí, nadie sabe de dónde vino pero allí está. Grita, protesta, se saca las frustraciones acumuladas, quiere un futuro digno pero a solo una hora de haber salido de su casa cae de dos perdigonazos en el pulmón.

 

 

Varias personas lo levantan y lo llevan hasta las ambulancias que estaban en Bernardo de Irigoyen e Hipólito Yrigoyen. Es tarde, fallece en el camino.

Quienes allí estaban señalan un Fiat Palio blanco como el auto de dónde partieron los disparos mortales.

 

Corre la tarde, renuncia De la Rúa y Diego no vuelve. María espera, se hace de noche. -Ya vendrá -piensa, -estará con sus amigos-. Se acuesta a dormir

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El día 21 los muchachos de la parada de diario de la esquina de la casa donde vivía la familia Lamagna llegan a trabajar, se preparan unos mates mientras abren el paquete para armar los diarios. La sorpresa es grande y desagradable, en el Clarín está Diego tirado, muerto.

 

Inmediatamente le avisan a su amigo Manolito y este a los vecinos de la familia. Nadie se animaba a darle la noticia a María, otro hijo muerto en nueve meses. Después de una deliberación deciden ir todos.

 

-Cuando me vinieron a avisar que a Diego le pegaron un tiro lo primero que pensé es que había sido el marido de Lorena porque él se la tenía jurada por lo de su hermana- cuenta su mamá.

 

 

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Hace un tiempo comenzó el juicio que tiene como imputados al ex Secretario de Seguridad Enrique Mathov; al ex titular de la Policía Federal Rubén Santos; al ex Superintendente de Seguridad Metropolitana Raúl Andreozzi; al ex Jefe de la Dirección General de Operaciones de la Federal Norberto Gaudiero y a otros ex efectivos policiales. De laRua quedó libre de culpa y cargo, fue sobreseído a pesar de estar al frente del Estado que salió a reprimir a su pueblo tras dictar el estado de sitio.

-Yo no quiero guita, quiero justicia. Ese hijo de puta no mató un perro, mató un chico bueno y trabajador- clama su mamá.

 

Así, entre humo, represión, sangre y muerte se truncó el sueño de Diego de competir en California y junto a él su propia vida. El neoliberalismo se llevó los sueños de las mayorías en este país.

 

Walter Damián Rodríguez

walterrabioso@hotmail.com

 

 

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