“¡Señor, aumenta nuestra fe!”

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, Monseñor Rubén Frassia en sus reflexiones radiales se refirió al Evangelio según San Lucas 15, 1-10 (ciclo C).

Como siempre, el Evangelio nos ilumina, nos enseña, nos nutre, nos alimenta, nos invita y nos ayuda a tomar posición y a encarnarlo en nuestra vida.

El pecado: cuando alguien ofende, pero pide perdón por ello, se lo debe perdonar. Uno cree que lo que le está diciendo es la verdad, cree que le está pidiendo perdón y no tiene derecho a dudar de ese pedido y tiene que perdonar aunque se reitere en la falta, en el error, en la omisión o en el pecado. ¡Tenemos que perdonar porque muchas veces nosotros también somos perdonados! Eso es tener “entrañas de misericordia”

Hay algo central en este Evangelio: vivir y pedir al Señor que aumente nuestra fe. Vivir la fe no significa simplemente hacer cosas de acuerdo a las costumbres de la fe. Por ejemplo: si yo creo que porque celebro la Misa, porque voy a Misa, porque rezo, tal vez porque rezo el Rosario, ya soy una persona de fe; pero la fe no es algo estático, la fe es la confianza indeclinable y absoluta con respecto a Dios.

La fe siempre está en acción y nos mueve de acuerdo a lo que Dios nos está pidiendo.

Todos nosotros somos pobres y como tal tenemos que pedirle al Señor que aumente nuestra fe, para tener el convencimiento de contar con la presencia y cercanía de Dios. Porque el peligro está en que, cuando uno hace alguna cosa, cree que “ya cumplió” y ese “cumplimiento” puede significar que estoy cumpliendo y estoy mintiendo.

Cuánta gente dice: “¡cómo me gustó la Misa, qué linda!”; pero, ¿por qué “qué linda”?; ¿porque me siento yo agradable o porque me conecto con Dios? La Misa no es “linda”, es el encuentro hermoso o bello. No es “lindo”, porque lo lindo es una reducción de lo que significa algo más profundo que es el encuentro vivo con el Dios verdadero.

A veces uno puede engañarse, autosugestionarse, “sentirse bien”. Pero para eso voy a un espectáculo, a un cine, a un teatro, a una ópera, y “me siento bien”, pero no necesariamente es un encuentro de fe. De allí que siempre hay que pedirle al Señor tener un encuentro de fe.

En segundo lugar: ¡hay que perseverar!, porque la fe nos lleva a reconocer la presencia de Dios en cada momento. Y cuando uno tiene paciencia, persevera en la fe y vive esa fe en serio.

Y cuando vive en serio esa fe ¡no se apropia!. ¡Somos simples servidores!. ¡No me apropio!. ¡Hago lo que me corresponde!. ¡Hago lo que tengo que hacer!. ¡Es un honor poder hacerlo!. ¡Sirvo a la Iglesia!.

Soy obispo, sacerdote, cristiano: hago lo que tengo que hacer. Estoy en este mundo y en la Iglesia, para hacer lo que tengo que hacer, ¡soy un simple servidor!, ¡no me puedo apropiar!, ¡no me puedo enorgullecer! Es evidente que cuando uno tiene fe, no se apropia y se da cuenta que es un simple servidor.

Queridos hermanos, pidamos al Señor, por medio de la Virgen, que aumente nuestra fe para que siempre vivamos con esa confianza plena en el Señor, que vivamos con alegría, con disponibilidad, con generosidad y que nunca nos apropiemos del don.
Mientras estemos en este mundo el don seguirá siendo don. No nos apropiemos sino que vivámoslo intensamente.

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