Se recibió en la UNLa la primera Licenciada en Justicia y Derechos Humanos del país

Se trata de Noemí Viera, de 34 años. Nacida y crecida en Villa Itatí, Quilmes, cuenta con toda una historia de sacrificio y superación, atravesada por una comunidad universitaria inclusiva.

“Nací y crecí en Villa Itatí, Quilmes. Y para quienes vivimos acá, la Universidad es algo impensado. De hecho, cuesta muchísimo terminar los estudios secundarios. Implica tiempo y dinero permanecer en un espacio de estudio. Los barrios populares están atravesados por distintos tipos de violencia y un poco te acostumbrás a sobrevivir, sin pensar tanto en otros proyectos o en tener la posibilidad de cursar una carrera”. La que habla es Noemí Viera y esa es la manera en decidió presentarse a sí misma. Se trata de
la primera Licenciada en Justicia y Derechos Humanos de la Argentina y de Latinoamérica y cuenta con toda una historia de esfuerzo y superación, atravesada por una comunidad universitaria inclusiva.

Políticas públicas para retomar estudios y llegar a la Universidad
“Como un montón de pibas en el barrio, fui mamá adolescente”, cuenta Noemí, hoy madre de cinco hijos de entre 17 y 10 años. Ella había dejado los estudios universitarios a los 16 años, cuando quedó embarazada de su primera hija.

“Por maternar y por los costos que implicaba en ese momento, no podía pensar en retomar”, asegura.
Hasta que apareció el FINES como política de Estado en el año 2008, el programa de finalización de escolaridad. Se anotó, cursó con sus hijos e hijas acompañándola a una cuadra de su casa, y en tres años completó sus estudios secundarios.

En medio de eso, apareció el programa social “Ellas hacen”, que también era una política pública destinada a mujeres madres de tres hijos o más. “Uno de los requisitos era estar estudiando. Y como ya estaba estudiando, me anoté”, relata.

Fue así que a Noemí -según sus propias palabras- la “atravesaron” todas las políticas públicas que se impulsaron en aquel momento y que le permitieron, finalmente, cursar la carrera: desde la Asignación Universal por Hijo (AUH), el Centro de Acceso a la Justicia, el mencionado Ellas Hacen, hasta que finalmente llegó a la universidad.

Fue una diplomatura en la Universidad Nacional de Quilmes la que le dio el impulso inicial. “Así que sin pensarlo, ya estaba dando mis primeros pasos en una universidad pública”, cuenta.

“Hice el cambio de carrera y en febrero de 2016 empecé a cursar el Ingreso” para ingresar a la primera cohorte de la Licenciatura en Justicia y Derechos Humanos de la UNLa, rememora Noemí.

Asegura que fue “un tremendo desafío cursar la carrera sin pensar que estaba descuidando otras áreas de su vida” que implican “un montón de responsabilidad, tiempo y carga mental”.

Los apoyos durante la carrera
“Tenía muchos prejuicios; cargaba con el estigma porque todo nos cuesta mucho más a quienes venimos de barrios populares. Para mi sorpresa, el trato fue otro desde el Curso de Ingreso. Sentí que la Universidad me abrazó. Me sentí inmediatamente parte del espacio. Rendí con mucho miedo. Venía de muchos años de no estudiar y creía que el resto de los estudiantes que no habían pasado por estas situaciones tenían más posibilidades de adaptarse que yo”.

En ese sentido, Noemí sostiene que fue fundamental todo el apoyo de la comunidad universitaria de la UNLa: “En la Universidad sabían de mi situación personal y, de hecho, tuve la posibilidad de participar de muchas actividades en familia. Mis hijas hicieron cursos de teatro o pudieron ir al cine de la UNLa en vacaciones de invierno. Docentes y hasta gente del buffet conocían mí realidad. Supongo porque es una situación poco cotidiana: ver a una mujer con cinco pibes en una Universidad. Me tocó dar finales con ellos en el aula. Todos me apoyaron mucho. Incluso, en determinas actividades, me pasó que un docente o alguien más de la UNLa, me cuidó a uno de mis hijos un rato. Así que transitamos muy acompañados este camino”.

“Finalmente apruebo y empiezo a cursar durante 2016 la carrera. Un poco sin caer todavía acerca de lo que estaba sucediendo o el camino que había empezado. Como con todo, me comprometo mucho. Y al ser mamá, decía: ‘bueno, yo no estoy para perder el tiempo. No quería cursar solo dos o tres materias. Si podía me anotaba en cuatro o cinco, y cursé la mayoría de las materias en los primeros cuatro años. Me
había comprometido mucho”, rememora.

En relación a sus sensaciones al terminar la carrera, asegura: “En la entrega del título es como que terminé de caer. Ver gente que formó parte en distintos momentos de la carrera, que ya era parte de mi vida también. Sería muy injusto pensar o decir que el esfuerzo fue solo mío. Primero desde mi casa, mis hijos e hijas adaptándose, siempre”.

Y agrega: “Para mí sería muy injusto pensar o asumir que el logro es solo mío. Realmente hay personas que, cuando incluso para mí lo más fácil era abandonar la universidad, me llamaron para preguntar o ponerse a disposición, en un montón de momentos en que en la vida van apareciendo un montón de situaciones. Siempre me sentí acompañada y contenida en la Universidad. Si yo pude seguir adelante, mucho tienen que ver quienes forman parte de la carrera y la Universidad. Eso hizo que cursar la carrera y terminarla haya sido un poco menos complejo, más llevadero.”

En ese sentido, también añade: “Tengo la sensación que cuando yo llegué me sentía chiquitita, con miedos. Y quienes están ahí tuvieron la habilidad de potenciarme y de hacerme creer que no solo podía estudiar, sino también ser tutora par o estar en algún proyecto de investigación. Todo eso lo hicieron quienes acompañaron mi recorrido académico”.

Noemí es primera generación de estudiantes universitarios como tantos otros en la UNLa y en las Universidades del conurbano. “Al contrario a lo que dijo en algún momento la exgobernadora, los pobres sí llegamos a la Universidad y nos recibimos por suerte”, reflexiona al respecto.

Para concluir, Noemí cuenta una anécdota personal que pinta los cambios que operaron en la sociedad argentina a partir de la democratización del acceso a la Universidad pública: “Hace un tiempo, me pasó de escuchar a uno de mis hijos preguntarse a qué universidad iba a ir: si a Quilmes o la UNLa. Yo dije: ‘Wow’, para mí a esa edad era impensado o imposible. Incluso la palabra Universidad no formaba parte de mi vocabulario. Entonces me di cuenta que estaba pasando algo distinto. Eso me motivaba a seguir adelante. Sabía que estaba en el camino correcto. Algo ya era distinto”, finalizó.

Una carrera no tradicional enfocada en los problemas puntuales de la sociedad Noemí es la primera egresada de una carrera que busca formar profesionales con conocimientos más integrales y multidisciplinarios que los que suelen tener las personas que se desempeñan en el área de Justicia. Para ello, incluye contenidos jurídicos pero también otros relacionados con la sociología, la psicología social, la teoría política e historia, entre otros.

La impulsora de la carrera fue la propia rectora de la UNLa, Ana Jaramillo, quien cuando la inauguró a principios de 2016, explicó: “La idea surgió de la necesidad de formar hombres y mujeres en defensa, principalmente, de los derechos conquistados en estos últimos tiempos. Son nuevos derechos y requieren estar a la altura de las circunstancias”.

Consciente de que esta oferta académica no tradicional puede generar resistencias en los ámbitos académicos y de la justicia conservadores, advierte: “La justicia real debe acercarse a la justicia ideal progresivamente. Algunos creen que la justicia es de los abogados, así como que la salud es de los médicos o el medioambiente de los arquitectos. Los abogados forman parte de la justicia, pero la justicia no es de los abogados, no les pertenece a ellos”, concluyó.

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