Se cumplen 40 años de la tragedia que se convirtió en El Milagro de los Andes

La caída de un avión en la cordillera y la desaparición de sus 45 ocupantes, hace 40 años, se conoció como la Tragedia de los Andes, pero 72 días después se convirtió en El Milagro de los Andes, cuando se supo que 16 de ellos sobrevivieron tras una odisea a 4.500 metros de altitud que incluyó la alimentación con carne de los muertos.

El avión era un Fairchild de la Fuerza Aérea Uruguaya, que partió de Montevideo el 12 de octubre de 1972 con un equipo de rugby del Club Old Chirstian y varios acompañantes, para disputar un partido amistoso en Santiago de Chile.

La nave hizo una escala en Mendoza y se estrelló el 13 mientras cruzaba la cordillera, cuando 12 personas murieron en el acto y otras 17 fallecerían con el correr de los días.

De los 16 que sobrevivieron no se tuvo noticias hasta el 22 de diciembre siguiente, cuando dos de ellos, Fernando “Nando” Parrado y Roberto Canessa, fueron avistados por un arriero chileno luego de caminar durante 10 días entre las montañas, en un último esfuerzo por ser rescatados.

Antes, habían soportado aludes, tormentas, viento blanco, temperaturas de hasta 30 grados bajo cero, sed, hambre y el desasosiego al enterarse por la radio que habían abandonado su búsqueda mientras sus compañeros morían de heridas o infecciones en el campamento armado en torno a los restos del avión.

Pero lo que impactó a la opinión pública fue la noticia, conocida días después del rescate, de que cuando se acabó el alimento, para sobrevivir, se habían alimentado de carne de los fallecidos.

Al morbo y sensacionalismo que causó la noticia, ellos respondieron con argumentos humanos, religiosos y de necesidad de supervivencia.

Algunos recordaron la frase bíblica “comerás de mi carne”, al comparar lo ocurrido con una comunión con Jesús, y aún los familiares de los muertos aceptaron esta decisión que les permitió regresar.

Parrado, muchos después, declaró que “cada uno tenía su justificación pero era la única posibilidad” de sobrevivir y aclaró que no hubo resistencia moral, porque “allá arriba no hay reglas, no era el cuerpo de un amigo, era comida”.

Cuando sufrieron el accidente, tenían un promedio de 22 años, por lo que hoy la mayoría ronda los 60 y se dedican a diversas profesiones, en tanto la mayoría -11 de ellos- coincide en ser “conferencista”.

Esto consiste en dar charlas, dirigidas principalmente a hombres y mujeres de negocios, a quienes invitan a convertirse en aventureros o les transmiten la importancia de tomar decisiones, liderar grupos humanos y lograr objetivos.

Eso “está siempre a nuestro alcance si se tiene la convicción necesaria, aún en las condiciones más adversas”, dijo a la agencia DPA Canessa, quien a los 59 años es médico cardiólogo especializado en ecocardiografía infantil.

El que más trascendencia tuvo con esta actividad es Parrado -de 61 años-, que obtuvo los tres mayores galardones internacionales del rubro y además, en base a aquella experiencia, escribió el libro “Milagro en los Andes, convertido en “best seller”.

José Inciarte, ahora ingeniero agrónomo, y Eduardo Strauch, productor agropecuario, ambos de 64 años, estuvieron 30 años sin hablar públicamente del tema, por distintos motivos, pero hace poco consideraron que las heridas estaban cerradas y también se dedican a las conferencias.

Carlos Páez Rodríguez era el más joven del grupo, con 18 años, y fue su padre, el conocido pintor y artista plástico uruguayo Carlos Páez Vilaró, quien resumió su experiencia en el libro “Entre mi hijo y yo, la luna”, donde relató su odisea y esperanza en el regreso del joven, aún cuando a los los gobiernos habían dado por concluida la búsqueda.

Este joven, a quien ahora a los 58 años sus allegados aún llaman “Carlitos” Páez, tiene tres hijos, es técnico agropecuario, empresario y conferencista.

El mayor era Javier Methol, que tenía 36, y actualmente, a los 76, también da conferencias sobre cómo incorporar habilidades para liderar y potenciar el funcionamiento de los equipos de trabajo en entornos cambiantes y de difícil previsibilidad y “el poder del liderazgo efectivo en contextos de crisis”.

Otros de los sobrevivientes fueron José Pedro Algorta, empresario, de 61 años; Alfredo Delgado, escribano, de 64; Daniel Fernández, empresario, 66; Roberto François, productor agropecuario, 60, y Roy Harley, ingeniero industrial, de 60 años.

La nómina de DPA se completa con Alvaro Mangino, empresario, de 59 años; Ramón Sabella, empresario, 65; Antonio Vizintin, empresario, 59, y Gustavo Zerbino, empresario, de 59años.

En sus conferencias, cada uno ofrece su visión particular de la experiencia vivida, siempre para remarcar la importancia de la fe en la vida, la cooperación, la confianza y la solidaridad humana.

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