Saqueo y destrucción en Brasilia, ciudad Patrimonio de la Humanidad

Militantes bolsonaristas destruyeron edificios y obras de un valor cultural incalculable. Fueron vandalizados el Palacio Presidencial de Planalto, la sede del Tribunal Supremo y la del Congreso, tesoros de la arquitectura moderna de Oscar Niemeyer. La Unesco se puso a disposición del Gobierno de Brasil para ayudar a restaurar los graves destrozos. En esta nota, entrevista a Mónica Capano, presidenta de la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos, para quien lo sucedido constituye un “verdadero patrimonicidio”.

 Como consecuencia del violento ataque que militantes del expresidente brasilero Jair Bolsonaro realizaron este domingo 8 a las sedes de los tres poderes en Brasilia se dañaron edificios, obras y esculturas de valor incalculable para el patrimonio cultural latinoamericano.

En medio de la manifestación, las personas que decidieron ingresar desde la Plaza de los Tres Poderes a los edificios lo hicieron con bombas de humo que detonaron y, como consecuencia, activaron los aspersores anti incendios. En medio del agua y el humo, los atacantes quitaron y vandalizaron cuadros de los recintos e ingresaron al senado federal.

Los tres edificios vandalizados fueron el Palacio Presidencial de Planalto, la sede del Tribunal Supremo y la del Congreso y constituyen tesoros de la arquitectura moderna de Oscar Niemeyer. La violencia fue tal que la Unesco se puso a disposición del Gobierno de Brasil para ayudar a restaurar los graves destrozos, según informó este lunes la ministra de Cultura, Margareth Menezes“Recibí una llamada de Marlova Noleto, directora y representante de la Unesco en Brasil”, quien “se puso a su entera disposición para contribuir con la reforma y la recuperación de las sedes de los tres poderes y de todo lo que fue destrozado”, anunció Menezes en sus redes sociales.

Para Mónica Capano, especialista argentina en patrimonio cultural y presidenta de la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos, lo que sucedió constituye un “verdadero patrimonicidio”. “El atentado terrorista por parte de las fuerzas antidemocráticas se alzó contra el sistema moderno de construcción que representa Brasilia. Lo que ocurrió deja de ser solamente un atentado contra el pueblo brasileño y su patrimonio cultural para convertirse en un verdadero crimen contra la humanidad, tal como fue reconocido en la declaración sobre la destrucción intencional del patrimonio cultural de Naciones Unidas de 2003”. (Leé abajo la entrevista completa)

Brasilia es una ciudad llena de construcciones futuristas diseñadas por el genial arquitecto que mereció que la Unesco declarará al tejido urbano de la capital brasileña como Patrimonio Mundial de la Humanidad en 1987. Cada uno de los tres edificios de los que se rompió una cantidad impresionante de ventanas, también estaba lleno de muebles raros y obras de grandes artistas brasileños, así como donaciones artísticas hechas por otros países a Brasil.

La lista incluye cuadros, esculturas, vidrios, puertas, ventanas, ordenadores, televisores y todo tipo de mobiliario. En el Palacio de Planalto, sede presidencial, donde el pasado 1 de enero el presidente Luiz Inácio Lula da Silva recibió la banda presidencial de su tercer mandato, ni siquiera se salvó el cuadro de ‘Las mulatas’, del pintor Di Cavalcanti. Según O Globo, los manifestantes llegaron a hacerle seis agujeros.

Otras obras de arte fueron destruidas en el gabinete del ministro de la Secretaría de la Comunicación, Paulo Pimenta, que mostró en sus redes cómo quedó todo, y la sala de la primera dama, Rosângela Silva, más conocida como Janja, también quedó destruida.

Los bolsonaristas no pudieron entrar en la sala presidencial, que se encuentra en el tercer piso, porque tiene mayor seguridad y cerraduras especiales en las puertas.

También destruyeron la galería histórica de fotos de los presidentes brasileños que adorna el vestíbulo de Planalto. En el Congreso, un edificio icónico con dos altas torres alzados sobre dos cúpulas, una de ellas invertida, resultó dañada la vidriera Araguaia, obra de la artista Marianne Peretti, y ubicada en el salón verde de la Cámara, al lado del hemiciclo.

Otra obra dañada fue “Bandeira do Brasil”, de Jorge Eduardo (1995), una pintura que reproduce la bandera de Brasil izada frente al Palacio y que sirvió de escenario a los discursos de los presidentes de la República. Fue encontrada flotando sobre el agua que inundó todo el piso, luego de que vándalos abrieran las bocas de incendio allí instaladas.

Entre las piezas destrozadas también se encuentra el Reloj de Balthazar Martinot – El reloj de péndulo del siglo XVII que fue un regalo de la Corte francesa a D. João VI. Martinot era el relojero de Luis XIV. Solo hay dos relojes de este autor. La otra está expuesta en el Palacio de Versalles, pero tiene la mitad de tamaño que la pieza que fue completamente destruida por los invasores de la Meseta.

El director de Conservación de los Palacios Presidenciales de Brasil, Rogério Carvalho, aseguró que será posible recuperar la mayor parte de las obras vandalizadas, pero estima “muy difícil” la restauración del Reloj de Baltasar Martinot.

“El valor de lo destruido es incalculable por la historia que representa. La colección en su conjunto representa a todos los presidentes que han representado al pueblo brasileño durante este largo periodo que comienza con JK. Este es su valor histórico”, dijo Carvalho. “Desde el punto de vista artístico, el Planalto reúne sin duda una de las colecciones más importantes del país, especialmente del modernismo brasileño”.

Mónica Capano: “La destrucción de patrimonio cultural implica una clausura”

—¿Qué significa para la cultura la destrucción de este tipo de patrimonio?
— Partiendo de la idea de que el patrimonio es un derecho colectivo que nos involucra y compromete como comunidades en su salvaguarda, es indudable que su destrucción implica siempre un borramiento, una clausura. Es una manera, a través de la desaparición de distintos tipos de representaciones, de hacer desaparecer narrativas que se sustentan siempre en identidades, identidades que mediante el mecanismo de la evocación que permite poner en marcha el reconocimiento de un bien como patrimonio, logran visibilizarse. Por lo cual, atentar, destruir los bienes patrimoniales tiene una implicancia que a veces no se logra entender en su magnitud. Por eso, el 8 de enero de 2023 es un día de luto para el patrimonio, ya que si pensamos que el intento de golpe de Estado fracasó, sin embargo ese golpe de Estado implementó la destrucción de edificios y objetos de arte, lo que no fracasó.

Así se perpetró un verdadero patrimonicidio porque el atentado terrorista por parte de las fuerzas antidemocráticas se alzó contra el sistema moderno de construcción que representa Brasilia. Lo que ocurrió deja de ser solamente un atentado contra el pueblo brasileño y su patrimonio cultural para convertirse en un verdadero crimen contra la humanidad. Delitos contra el patrimonio cultural son delitos graves contra los derechos humanos, tal como fue reconocido en la Declaración sobre la destrucción intencional del patrimonio cultural de Naciones Unidas que se dio en el año 2003.

— ¿Por qué la destrucción del patrimonio cultural es considerado un crimen contra la humanidad?
— Es un verdadero crimen contra la humanidad porque los delitos contra el patrimonio cultural son delitos graves contra los derechos humanos, tal como ha sido reconocido en la Declaración sobre la destrucción intencional del patrimonio cultural de Naciones Unidas de 2003. Allí se establece que el patrimonio cultural es un componente importante y clave de la identidad de las comunidades, los grupos y las personas. Y es, sobre todo, un vehículo virtuoso de cohesión social. Por lo tanto, la destrucción del patrimonio es un crimen que está sujeto a juicio por la corte penal internacional, la que ya en el año 2016 tuvo un precedente histórico en condenar por crímenes de guerra a quien había destruido el patrimonio de Tombuctú, en Mali.

— ¿Qué es Brasilia?
— Brasilia fue creada desde la nada en 1956 y representa un hito en la historia de la planificación urbana. El urbanista Lucio Costa y el arquitecto Oscar Niemeyer aseguraron que cada elemento desde las estructuras de los sectores residenciales como administrativos hasta la simetría de los edificios estuvieran en consonancia con un proyecto general de ciudad. Los edificios oficiales fueron considerados sumamente innovadores e imaginativos por parte de Unesco. Brasilia logró ser una obra maestra del genio humano que representa a escala urbana los principios e ideales traídos por el movimiento moderno y efectivamente encarnados en los tópicos de la planificación urbana y arquitectónica de Lucio Costa y Oscar Niemeyer. Los edificios de los tres poderes, tanto el Palacio de Planalto, el Supremo Tribunal Federal y el Congreso con sus dos torres, fueron el objeto de los ataques.

La destrucción fue de edificios y obras de arte. Todas constitutivas de ese conjunto moderno que es Brasilia, que es la primera y hasta ahora única ciudad moderna en haber sido declarada patrimonio de la humanidad. Dentro de los edificios también apareció la destrucción total de obras de arte como “Las Mulatas” de Cavalcanti, que estaba en el Salón Noble del Palacio de Planalto. Una obra de un valor inconmensurable, que tiene hasta un valor monetario de 8 millones de dólares. Había una galería de fotografías de los expresidentes que fue totalmente destruida. Las fotografías fueron retiradas de las paredes y fueron tiradas al agua que inundó todos los pisos porque abrieron los hidrantes. Un daño que el mundo lamenta y que lo que realmente busca atacar es las memorias, el orgullo de los pueblos. Es decir, mucho más allá de lo que comúnmente podríamos entender como bienes con un determinado valor monetario.

Fuentes: Comisión Nacional de Monumentos y Lugares HistóricosInfobaeAFPRTLa Nación

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