Salud y enfermedad, normalidad y anormalidad

Escribe la Lic. Andrea Fabiana Varela Seivane.

Salud y enfermedad, normalidad y anormalidad. Existe toda una literatura que se encarga de divulgar estas clasificaciones, y a pesar de esto, es la persona normal, quizá con un alto grado de sensibilidad, y no la desequilibrada, la que mayormente realiza una consulta con el psicólogo. Es importante la aclaración para poder distinguir en el difícil tema de salud, normalidad, enfermedad, y anormalidad.

Si partimos del criterio más común, éste, nos dice que lo normal se equipara con el término medio, que se obtiene a través de la observación de un número de casos determinado. Así nos manejamos en el uso corriente, y por eso decimos que es normal lo que nos es familiar, por haberlo observado innumerables veces, y nos parece anormal, lo que no estamos acostumbrados a observar.

Etimológicamente, normal deriva del latín norma, que se traduce por pauta, escala de medida, ley, y su contrario, anormal, se deriva del griego, en el cual a, es un prefijo negativo, y por lo tanto, podemos traducir anormal por sin ley, y esto significa que colocamos en la realidad determinadas representaciones y deseos como escalas de medida elaboradas por nosotros de un modo valorativo. Con esto, podemos hablar de una norma ideal o de valor, y cuando una realidad se ajusta a esta norma ideal, mejor cumple su tarea o fines.

Y esto lo podemos verificar en el mundo estrictamente material, donde decimos, por ejemplo, que una heladera es normal cuando enfría, porque es el fin para el cual fue diseñada y por eso la podemos utilizar. Esto es todavía más aplicable para el plano biológico, el animal y el hombre son normales, en el sentido de salud, cuando sus funciones orgánicas, transcurren de manera tal que su vida es conservada sana.

De la misma manera, podemos decir de los planos psicológico y espiritual, donde una persona es normal cuando se relaciona satisfactoriamente consigo mismo y con los otros, es decir, que se adapta a las exigencias válidas del mundo que le toca vivir, la familia, los amigos, el trabajo, la pareja, etc., sin contrariar su mundo interior.

Podemos suponer entonces, la adaptabilidad como signo de normalidad, que abarca los aspectos biológicos, psicológicos, sociales, espirituales, en consonancia con su entorno. Estas dos maneras de enumerar la normalidad, la que se obtiene a través de la observación de un número de casos determinado, y la que es ideal, la de escalas de medida elaboradas por nosotros de un modo valorativo lo largo de la vida, podemos ver que la primera, la estadística, aparece como más objetivo, que se logra a través de cálculos aplicados a un elevado número de casos, y la segunda, como más subjetivo, dado que depende de una escala de valores, y por ende, del plano espiritual, de la actitud que la persona despliega ante la vida. Hay que tener en cuneta que la norma de frecuencia, la que se puede medir, no tiene exactitud, como si parece a primera vista, si pensamos por ejemplo en las caries dentales, que las padece la mayoría de las personas, nos encontramos con que serían normales, y evidentemente requieren un tratamiento odontológico. Por otra parte, en el plano espiritual, son precisamente los menos, los disconformes, los innovadores, los que hacen cambiar la sociedad.

Todo lo anterior, entonces, es para ver como, lo que se menciona como anormalidad en el hombre, es la desadaptación del hombre tanto en el aspecto cualitativo como cuantitativo, en referencia a los distintos planos, biológico, psicológico, espiritual, y tanto por debajo como por encima de lo que sería normal. Por ejemplo, hablamos de inferioridad cuando el ser humano, como un todo o alguno de sus planos en particular, no puede cumplir con las exigencias del medio, y hablamos de hipernormalidad, cuando un ser humano, como un todo, o alguna de sus funciones parciales, lleva a cabo su tarea, en más, produciendo el desequilibrio del sistema.

A esto, en sentido amplio, lo podemos nombrar como desadaptación, y puede llevar, ya sea por enfermedad o por cambios geológicos climáticos, a la muerte, por ejemplo un frío intenso para un organismo de clima cálido, puede ser fatal. Pero aquí debemos hacer la salvedad que esto se aplica sobre todo a lo físico, ya que en el plano psicológico y espiritual, la desadaptación no sería anormalidad, ya que es necesario abordar y trabajar, cada caso específicamente, como caso personal, y ver, y descubrir en que consiste esa desadaptación cultural, teniendo en cuenta, las conductas, las vivencias, lo vivencial de cada persona, y lo peculiar de cada ser humano.

Licenciada en Psicología
Andrea Fabiana Varela Seivane
MN 34156
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