Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio San Mateo 18,15-20 (ciclo A): “La corrección fraterna es un acto de caridad”

Jesús dijo a sus discípulos: Si tu hermano peca, ve y corrígelo en privado. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. Si no te escucha, busca una o dos personas más, para que el asunto se decida por la declaración de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso, dilo a la comunidad. Y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, considéralo como pagano o publicano. Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo. También les aseguro que si dos de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos.

 

“La corrección fraterna es un acto de caridad”
Este Evangelio nos habla de la corrección personal. De un hermano que ofende, que hace mal a la comunidad, a la Iglesia, a la sociedad, a la familia; esa persona está en el error y es bueno que sea corregida. La intención de la corrección fraterna no es mostrar el error, sino ganar la persona para que pueda recuperarse y reintegrarse al seno de la comunidad. La corrección personal está sostenida por la misericordia y el perdón. Está el proceso: primero de tú a tú; luego -si no te escucha- que haya más testigos; y en tercer lugar se llama a la comunidad.

Es un tema muy difícil porque hoy está instalado, en el seno de nuestra sociedad, el mecanismo de defensa llamado también mecanismo de negación. Hoy la gente, porque no quiere cambiar, no reconoce sus errores, niega, no se hace cargo, no asume, no se responsabiliza; lo primero que hace es echar la culpa a los demás: “¡son los demás que están equivocados!”, “¡son los demás que están mal!”, “¡son los demás que son criticones!”, “¡son los demás que tal cosa y tal otra…!” De esta forma, esta actitud es difícil de corregir porque no se reconoce la verdad.

Es más fácil cuando el que yerra, pregunta. Ahí le decimos “si quieres saber la verdad, te lo digo: estuviste mal, respondiste mal, no obraste bien, fuiste individualista, hiciste mal las cosas…” Pero lo difícil es cuando no pregunta; es decir que no está abierto a recibir la corrección. Es ahí donde uno tiene que rezar más, para ver el momento oportuno de poder hablar; para no invadir pero tampoco para no ser cómplice del error.

La corrección fraterna tiene mucha vigencia hoy en día, porque de alguna manera muestra que uno tiene amor por el otro, que le interesa el otro, que no lo deja, que no deja a las personas como están, del estilo “si son esclavas, que sigan siendo esclavas“, “si son deprimidas, que sigan siendo deprimidas”, “si son enfermas, que sigan siendo enfermas”, “si son débiles, que sigan siendo débiles”, “si son ignorantes que permanezcan en la ignorancia” ¡Hay que corregirlos!, ¡ayudarlos a que se eleven!, ¡que crezcan en todos los niveles!: valores humanos, educacionales, familiares, del comportamiento cívico, en la sociedad. ¡Cuántas cosas hemos ido perdiendo a lo largo de estos años!

El Evangelio de la corrección fraterna es de una actualidad extraordinaria. Uno tiene que hacer un juicio crítico, pero no debe ser un criticón. Hay que tener entusiasmo, corregir al hermano porque es un acto de caridad.

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