Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Lucas 13,1-9(ciclo C): Dios da sentido a nuestra vida.

En cierta ocasión se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. Él les respondió: «¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera». Les dijo también esta parábola: «Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: ‘Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?’. Pero él respondió: ‘Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás’».

Dios da sentido a nuestra vida
Las palabras del Señor nos enseñan que, en primer lugar, todos tenemos dificultades, problemas, dramas, tragedias; pero estos sufrimientos algunas veces se pueden evitar, pero otras tantas veces no son evitables porque suceden, acontecen. Es allí cuando uno se pregunta «¿por qué a mí?»: «¿por qué a mí tal enfermedad, tal problema?; ¿por qué a mí, que soy tan bueno, que hago esto, que hice lo otro, que siempre fui fiel?

Queridos hermanos, Dios nunca nos quita el sufrimiento; lo que Dios da es sentido al sufrimiento. Dios Padre, en su amor infinito, no le quitó el sufrimiento a su Hijo Jesucristo al morir en la cruz. Pero en esa cruz, en ese acto de amor, nos dio sentido a todo, nos consiguió la salvación.

Por lo tanto, no perdamos el tiempo preguntando «¿por qué a mí?» o «¿por qué me toca esto?»; digamos más bien «¿qué cosas puedo ofrecer?, ¿qué cosas el Señor me está indicando, sugiriendo, enseñando?, ¿qué cosas puedo ofrecer para el bien de la Iglesia y de los demás?»

En segundo lugar, toda nuestra vida tiene que dar frutos, ¡tenemos que dar frutos! Tenemos una vocación, una misión; tenemos que desarrollar un trabajo espiritual y a veces, por nuestras perezas o por nuestros egoísmos o por nuestros pecados, no hacemos lo que tenemos que hacer.

Debemos darnos cuenta que el árbol tiene raíces profundas, sí, pero tiene que dar frutos también. Nuestra vida tiene que tener raíces profundas y también dar frutos. Y a veces no damos frutos porque nos desenganchamos de las raíces, porque perdemos la formación, porque no estamos atentos a la continuidad de nuestro desarrollo humano, psíquico, espiritual, moral, ético, de responsabilidad. A veces, entonces, nos desenganchamos; hacemos un «clic» negativo.

En su mensaje de Cuaresma, al hablar de la fe y la caridad, el Papa dice que la fe es un don de Dios y un conocimiento, y la caridad es vivir la verdad del amor. Por la fe sabemos que Dios nos ama, pero por la caridad tenemos que aprender a saber amarlo a Él y saber amar a nuestros hermanos. Si un  árbol no da frutos, es un árbol infecundo. Si nosotros nos quedamos solamente en la fe y no vivimos en la caridad, no damos los frutos correspondientes. Y luego, la paciencia que Dios nos tiene, ¡pero no abusemos de ella!

Que en esta Cuaresma especialísima recemos por el futuro Santo Padre, y que vivamos este momento de conversión.

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