Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Marcos 6,30-34: Dios no se cansa.

Al regresar de su misión, los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: «Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco». Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer. Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto. Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos. Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.

 

Dios no se cansa
Los Apóstoles habían sido enviados y regresaron contentos porque -en el Nombre del Señor-hicieron muchas cosas; llegaron cansados y querían descansar; un legítimo descanso ante una jornada fatigosa y agotadora. Sin embargo la gente los seguía buscando; esa es la actitud y el Señor se da cuenta de eso: «se compadeció de la gente, porque eran como ovejas sin pastor y estuvo enseñándoles largo rato.»

 

Es la imagen de Dios que no se cansa; no se cansa de lo que uno le pide, no se cansa de la fragilidad, no se cansa de los límites, no se cansa de nuestros miedos, de nuestros pecados: Dios está siempre presente, acompañándonos, animándonos y levantándonos.

 

Él quiere que cada uno de nosotros tengamos esa imagen y que la podamos repetir en nuestra vida. Ustedes dirán ¿cómo tenemos que repetir esa imagen del Buen Pastor? Cada uno en su lugar: el Obispo, el sacerdote, el diácono, los seminaristas, las religiosas, los religiosos, los fieles laicos.

 

Pero siempre, para poder seguir brindándose, hay que hacer una renuncia: al cansancio o al tiempo de uno, etc. Pero si uno está unido a Dios debe permitir ser «comido» por la gente. Es la imagen de un papá o de una mamá, que están cansados y quisieran descansar porque lo necesitan. Pero los reclamos de los hijos, que la fiebre, que el llanto, el dolorcito que puedan tener; reclaman y dicen «¡bueno, olvida que estás cansado, hay que atender al hijo!»; porque el amor del hijo supera la fatiga y el cansancio.

 

Pero quien no es capaz de renunciar, no puede amar más ni servir mejor. Por eso, en nuestra vida tenemos que desarrollar y cultivar una actitud diaconal, de un verdadero servicio, superando nuestros instintos y egoísmos naturales. Quien es capaz de renunciar podrá servir y amar más.

 

Que el Señor nos ayude a tomar fuerza y ejemplo de Él; y que cada uno mejore la calidad de trato, la calidad de vida, en la sociedad y en la Iglesia, a ejemplo de Jesucristo el Buen Pastor.

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