Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Marcos 6,7-13 : Todos somos enviados a la misión.

Entonces llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros. Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero; que fueran calzados con sandalias, y que no tuvieran dos túnicas. Les dijo: «Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir. Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos». Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo.

 

Todos somos enviados a la misión
Este es el envío misionero. Dios llama y envía. La característica de la fuerza y la importancia es de Aquél que envía: Cristo, Dios y el Espíritu Santo, presentes en esa acción apostólica, misionera, evangelizadora.

En primer lugar: todos los cristianos somos enviados, porque todos formamos parte del Pueblo Santo de Dios, que es la Iglesia. Todos nosotros, que hemos recibido la vida, fuimos bautizados y somos cristianos, creyentes, hemos recibido el don pero también tenemos la misión de llevar adelante. Cada uno de nosotros, el hombre, la mujer, el joven, el enfermo, el trabajador, tenemos una misión y debemos cumplirla.

A veces no se cumple la misión porque no hay claridad en la finalidad. No hay que olvidar que es EL quien nos envía; en SU nombre echamos las redes. Y muchas veces la suerte del enviado pasará por dificultades, tribulaciones, burlas, calumnias, incomprensiones; pero si le pasó al Maestro ¿no nos va a pasar a nosotros?, ¡también nos va a pasar! Por lo tanto, si los resultados no son los esperados, nunca tenemos que desanimarnos porque lo importante es el Señor, que está detrás, adelante y en el centro de nuestra vida.

En segundo lugar: vamos en SU nombre, pero tenemos que ir, tenemos que caminar y obedecer. ¿De qué manera vamos?, ¿con cuánta carga? Si vamos cargados con nuestros egoísmos, nuestros narcisismos, con autosuficiencia, seguridades, orgullos o vanidades, es evidente que llevamos tanta carga que el camino será muy pesado. Yo diría «a tan corto viaje, casi no hay que llevar valijas», porque a veces uno lleva un montón de valijas para tan poco tiempo y no usa nunca las cosas que lleva porque no tiene tiempo para usarlas.

De ahí la importancia de la característica del discípulo: tiene que estar ligero, andar liviano, andar libre; libre para que el Señor se comunique, llegue y esté presente. Tenemos que tener esa capacidad de superar todos esos egoísmos para poder encontrar a Jesús. Porque cuando uno va en SU nombre, verá cosas maravillosas. Cuando en SU nombre bendice, acompaña, escucha, habla o hace silencio, el Señor se hace más elocuente que nosotros con la argumentación de tantas palabras.

Que nos sintamos llamados, sí; pero que también respondamos al envío cumpliendo con nuestra misión.

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