Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Juan Lucas 24,46-53 (ciclo C): «Ascensión: Fiesta de la Esperanza».

Jesús dijo a sus discípulos: «Así está escrito: los padecimientos del Mesías y su resurrección de entre los muertos al tercer día. Luego debe proclamarse en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados, comenzando por Jerusalén, y yendo después a todas las naciones, invitándolas a que se conviertan. Ustedes son testigos de todo esto. Ahora yo voy a enviar sobre ustedes lo que mi Padre prometió. Permanezcan, pues, en la ciudad hasta que sean revestidos de la fuerza que viene de arriba.» Jesús los llevó hasta cerca de Betania y, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos se postraron ante él. Después volvieron llenos de gozo a Jerusalén, y continuamente estaban en el Templo alabando a Dios

Ascensión: Fiesta de la Esperanza

Nuevamente estamos ante el misterio de la Pascua, misterio que significa la encarnación, la entrega, la crucifixión, la muerte; y Jesucristo resucitado asciende al Padre porque hace la voluntad del Padre. Y el Padre glorifica a Cristo y Cristo glorifica al Padre.

El Hijo, con esa humanidad transformante y transformadora, asciende al cielo; tocó lo humano y la humanidad entera ha re-encontrado el sentido de su vida. Con la ascensión del Señor surge, nuevamente, en nosotros la esperanza, surge la posibilidad de alcanzar la vida eterna. Cristo, nuestra cabeza, asciende al Padre. Y donde Él está, también nosotros estaremos con Él.

Su Pascua da sentido a nuestra Pascua.

Su vida da sentido a nuestra vida.

Su entrega da sentido a nuestra entrega.

Su muerte y resurrección nos hace vivir como resucitados.

Mientras tanto, el ascender de Cristo al Padre, con el Padre, nos va a dar después la bendición definitiva, que será en Pentecostés: la venida del Espíritu Santo, que nos recordará, confirmará y dará la presencia definitiva de Dios, Señor de la Vida y Señor de la Historia.

A su vez nosotros, con esperanza, no nos cruzamos de brazos, no somos inactivos; ¡al contrario!, tenemos que vivir pensando en el futuro preparándonos de una manera conveniente en este presente, ya que para llegar al cielo hay que amasarlo aquí, en la tierra. Esto da sentido a nuestra vida, a nuestra fidelidad, a nuestra entrega, a nuestra disponibilidad y, fundamentalmente, da sentido a la vida nueva que queremos hacer y realizar con todos nuestros hermanos. Por eso, la Fiesta de la Ascensión es la Fiesta de la Esperanza para hacer y vivir una tierra nueva, una ciudad nueva y un cielo nuevo.

¡No vivamos como derrotados!

¡No vivamos como vencidos!

¡No vivamos como desanimados!

¡No vivamos como dispersados!

¡No vivamos como si no tuviéramos a nadie que nos hubiera congregado, reunido, potenciado, iluminado y enviado!

Que esta Fiesta de la Ascensión renueve nuestro compromiso y nuestra apostolicidad es decir, la misión que tenemos que hacer; y para llegar allá hay que vivir de manera comprometida acá.

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