Reflexiones de Monseñor Rubén Frassia

El Obispo de la Diócesis de Avellaneda – Lanús, en sus reflexiones radiales semanales, se refirió al Evangelio según San Mateo 1,18-24: ¡Que Jesús nos ilumine con la ternura de su amor!

 

Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados”. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: “Dios con nosotros”. Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa.

¡Que Jesús nos ilumine con la ternura de su amor!

Recordamos la meditación sobre la Inmaculada Concepción, María Inmaculada, concebida sin la mancha del pecado original; Ella recibe el anuncio, luego lo concibe y lo entrega, porque María es la humilde, la llena de gracia, la que tiene fe y la obediente: hace lo que Dios le pide. Fijémonos en esta Navidad: se vuelve a repetir el misterio, Jesús vuelve a nacer en Belén, nace en el pesebre.

¿Y por qué la Iglesia repite nuevamente este misterio? Porque siempre las acciones de Dios son en un tiempo histórico, concreto, pero no permanecen en el pasado, son la memoria viva. Por eso la Iglesia anuncia “Hoy nos ha nacido el Niño Dios”; dice HOY porque habla del presente en la presencia de Dios.

Por eso celebramos la Navidad, pero no como un mero recuerdo o una cosa del pasado, no. Es algo actualizado, en este momento, aquí y ahora. “Y nace en el pesebre”, pero tiene que nacer también en nuestro corazón, en nuestra familia, en la sociedad, en la Iglesia; yo soy Obispo y para mí también tiene que nacer en mi vida, tengo que darle lugar, ¿qué lugar le voy a dar?, ¿el mejor lugar o lo dejo afuera?, ¿o me distraigo con cosas o solo me dedico a encontrarme con amigos, comer, tomar y nada más? Es la Navidad. Es la presencia de Cristo, el Redentor, el Salvador, el que viene a darnos luz, a darnos amor.

En este tiempo pidamos al Señor, pero ¿vieron?, pedir no es pedir solo verbalmente hay que prepararse convenientemente para el encuentro con el Señor. El Principito decía “dime a qué hora vendrás, así me preparo una hora antes” ¡Hay que prepararse para la Navidad! Si uno no se prepara, no disfruta del encuentro. Prepare su pesebre para dejar que Jesús nazca y no lo ahogue, no lo asfixie, no le ponga obstáculos, no le impida nacer en su vida.

¡Feliz Nochebuena! ¡Feliz Navidad! Y que Jesús vuelva a iluminarnos con la ternura de su amor.

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